por Yassir Zárate Méndez –
Dra. Amparo Martínez Arroyo, investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC), de la UNAM
Para abordar los más recientes reportes sobre el estado que guarda la capa de ozono, Martínez Arroyo subrayó el papel que ha tenido el Protocolo de Montreal, una iniciativa que involucró a científicos, tomadores de decisiones y empresarios, para prohibir el uso de clorofluorocarbonos (CFC), cuya liberación estaba provocando la destrucción del ozono atmosférico.
Los CFC
En su momento, los clorofluorocarbonos fueron considerados una importante innovación, aportada por la industria química. Estos compuestos mostraban una amplia versatilidad de usos en sistemas de refrigeración, aires acondicionados, embalaje o como solventes. Estaban en un refrigerador, en un automóvil o en el aerosol para arreglarnos el cabello.
Dra. Amparo Martínez Arroyo,
La invención de los CFC se debe al ingeniero químico estadounidense Thomas Midgley, quien trabajaba para la industria automotriz, y quien también sugirió el uso del tetraetilo de plomo como un aditivo para la gasolina, lo que acabó convirtiéndola en un producto sumamente contaminante.
Durante décadas, se produjeron miles de toneladas de CFC, que acabaron acumulándose en la atmósfera. A mediados de los setenta, el investigador estadounidense de la Universidad de California, Frank Sherwood Rowland, se planteó la pregunta sobre cuál era el destino final de los clorofluorocarbonos, que al ser muy estables en las partes bajas de la atmósfera, era posible que se estuvieran acumulando en las zonas altas. De hecho, se estima que tienen un periodo de vida de hasta cien años.
Como ahora sabemos, la capa de ozono protege a la Tierra de los efectos dañinos de la radiación solar De acuerdo con Rowland y su discípulo, el químico mexicano Mario Molina, la acumulación de las CFC estaba iniciando la destrucción de esa delgada capa.
Fue la primera voz de alerta, que se confirmó a mediados de los años ochenta, gracias a observaciones satelitales. Así, se evidenció que había una peligrosa reducción del ozono, particularmente en la zona de la Antártida. Rowland y Molina se embarcaron en una cruzada para alertar sobre el peligro que representaba el uso de los CFC. Esa cruzada les mereció el Premio Nobel de Química en 1995, que compartieron con el neerlandés Paul Crutzen.
Gracias a sus esfuerzos, junto con el de otros científicos y activistas, se cristalizó el Protocolo de Montreal, que restringía el empleo de los clorofluorocarbonos.
La necesidad de acuerdos
“¿Qué significa que se recupere la capa de ozono estratosférica?”,planteó la Dra. Amparo Martínez, al inicio de su participación en la rueda de prensa ofrecida por investigadores del ICAyCC.
De entrada, resaltó las lecciones que deja para el mundo y para nuestro país el cumplimiento del Protocolo de Montreal, “porque de no haber sido emprendido hace más de 30 años ni haber llevado las acciones por parte de todos los países, la vida en la Tierra sería hoy mucho más complicada y muchos de los daños ya irreversibles”.
En esa línea, argumentó que el Protocolo ha sido un ejemplo de cómo se puede uno equivocar y corregir, en alusión al desarrollo y empleo de los CFC, y cómo van saliendo bien las cosas, como sucedió al limitarse el empleo de estos compuestos.
Martínez Arroyo recalcó que el Protocolo de Montreal fue el primer acuerdo ambiental internacional, que tenía metas específicas, apoyo financiero y tecnológico, y calendario de cumplimiento, y que además logró el involucramiento de gobiernos, de la industria, del sector científico, y sobre todo, se logró una concienciación de la gente a nivel mundial.
Las personas dejaron de usar productos que contuvieran CFC, pero también empezaron a exigir a la industria que fabricara refrigeradores o mercancías para el cabello sin recurrir a dichos compuestos. De aquellos años viene la práctica de colocar sellos o anuncios en las latas de fijadores, en los que se indicaba que el uso de esos enseres no dañaba la capa de ozono, una advertencia que se mantiene hasta nuestros días.
A decir de la investigadora de la Universidad Nacional, ese gesto fue muy importante para que pudiéramos llegar a estos resultados.
“Como saben, la causa principal de la destrucción de la capa de ozono fueron sustancias producidas por los seres humanos. Fue una tecnología, la de los CFC, que se patentó en los años 20 del siglo XX, y que parecía casi melifluo, porque no era tóxico, no era inflamable, era barato y se podían usar para diferentes productos. Entonces, parecía que todo estaba muy bien”, reseñó.
Sin embargo, advierte que si se hubiera mantenido su empleo sin más, “si no se hubiera dado seguimiento en la investigación, si no se fuera viendo lo que está pasando, no nos hubiéramos dado cuenta, hacia los años 70, que muchas de estas sustancias causaban algunos daños al medio ambiente”.
En ese momento tenían un gran valor comercial. La multinacional DuPont calculaba que tan solo en Estados Unidos, generaban un valor para la industria química de miles de millones de dólares.
“Aceptar cualquier daño era muy delicado. Fue hasta 1984, con el descubrimiento del agujero en la capa de ozono sobre la Antártida, que se vio que había que actuar ya”,rememora la experta del Grupo de Aerosoles Atmosféricos del ICAyCC.
Y añade que el Protocolo de Montreal nos deja otra lección sobre las iniciativas de esta naturaleza, referente a la necesidad de que no se interrumpan los programas científicos de este tipo con las diferentes administraciones, y se siga apoyando su seguimiento.
“Los CFC permanecen en la atmósfera durante unos 70 años, pero si no se siguen liberando más, el ciclo acabará por detenerse en algún momento. Si no hubiéramos empezado hace más de 30 años este proceso, ahora no estaríamos empezando a ver resultados positivos”, recalcó.
La Dra. Martínez recogió estimaciones referentes a que si seguimos avanzando en esta dirección, hacia 2060 ya se habrán recuperado los niveles de la capa de ozono de antes de 1980.
Si no se hubiera apoyado la investigación de manera continua tampoco nos hubiéramos dado cuenta de algunas interacciones como las que dieron lugar a la llamada Enmienda de Kigali, que ayudó a descubrir que las sustancias con que se sustituyó a los CFC no dañaban la capa de ozono, pero estaban contribuyendo al calentamiento global de manera muy peligrosa.
El caso de México
En cuanto a las acciones y medidas tomadas en México, recordó los artículos de investigadores del entonces Centro de Ciencias de la Atmósfera —antecedente directo del ICAyCC— y de la Universidad de Boston en 2013, que estuvieron entre los primeros que constataron el efecto positivo del Protocolo de Montreal, “en otro problema global más complejo”, como lo es el cambio climático.“Esto es muy importante, porque nos damos cuenta que los problemas globales tienen interacciones en donde debemos estar todos vigilantes, donde debe haber un seguimiento continuo. Todo lo que sea terreno ambiental, eventualmente va a tener una conexión, una sinergia, algunas ligas, y por eso es importante la interdisciplina”,expresó en su participación vía remota.
Expuso que en México, desde los años 90, se han desarrollado más de 120 proyectos de inversión para eliminar el consumo de las sustancias agotadoras del ozono estratosférico.Dichas iniciativas se han implementado en los sectores donde se emplean las sustancias agotadoras de ozono, en la refrigeración, el aire acondicionado, las espumas de poliuretano, retardadores de fuego, aerosoles de distintos tipos, en la agricultura, en estructuras de almacenaje, en solventes. Esto también ha implicado que se pongan en marcha proyectos de fortalecimiento institucional, de capacitación y de asistencia técnica.
“Les pongo algunos datos que también nos dejan lecciones. En el 2005, México eliminó oficialmente el consumo de los CFC gracias a la promoción del uso de propelentes alternativos, que desde 1997 ya se había empezado a hacer; todos los refrigeradores domésticos y comerciales ya tienen una regulación para que no entren los clorofluorocarbonos. De hecho, en 2014 tuvimos una experiencia de saber que se estaban tratando de importar de China”, externó.
En aquella ocasión, se pudo frenar el ingreso al país de esos productos, que venían incorporados en implementos de aire acondicionado, gracias a la participación de ciudadanos que alertaron, así como de funcionarios de Aduanas, lo que acabó motivando la intervención de instancias gubernamentales, como las secretarías de Economía, de Relaciones Exteriores y de Medio Ambiente.“Han sido unos años en los que no ha sido fácil, han seguido jugándose algunos intereses, y sin embargo ya se terminó de manera definitiva; en 2005, en México, la producción de CFC al cerrar una planta que era la más grande de América Latina”, apuntó la Dra. Martínez.
A manera de conclusión, subrayó que estas acciones se pudieron emprender gracias a políticas que trascendieron a las administraciones sexenales, aunque advierte que se debe mantener la vigilancia y el respeto a acuerdos multilaterales, como el Protocolo de Montreal, que ya ha mostrado sus bondades.
UNAM Univ. Nacional Autónoma México