V2G corresponde a las siglas inglesas Vehicle-to-Grid (del vehículo a la red). Es la tecnología que permite el almacenamiento desde las baterías de los vehículos eléctricos a la red en las horas valle -cuando el kWh es más barato- y la recuperación de la electricidad en las horas punta -el kWh es más caro-. Con la V2G, que requiere crear toda una infraestructura hoy inexistente, todos ganan: los propietarios de los vehículos, las empresas eléctricas, la sociedad y el planeta.
La recarga de los vehículos eléctricos puede ser conductiva o inductiva. El sistema conductivo es una conexión directa a la red, tan simple como enchufar el vehículo mediante cables especiales de alta capacidad con conectores que protejan al conductor de los altos voltajes. El acoplamiento inductivo tiene la ventaja de imposibilitar cualquier electrocución, pero es más caro y menos eficiente que el primero.
La electricidad de la red se suministra en corriente alterna al vehículo. Normalmente el cargador la convierte en corriente continua y la suministra al voltaje adecuado a la batería, desde donde se suministra al motor y a las ruedas. Algunos motores funcionan con corriente alterna, por lo que un inversor debe convertir la corriente continua de la batería.
Dado que en España, como en la mayoría de los países, la tarifa nocturna o valle es inferior a la normal, lo ideal sería recargar las baterías por la noche. Una red inteligente, con decenas de miles de puntos de recarga en calles y aparcamientos, y el software apropiado, avisaría al vehículo cuando debe recargar, parar e incluso verter la electricidad a la red. Hay que tener en cuenta que la mayor parte del parque pasa mucho tiempo aparcado.
Por esta razón los vehículos eléctricos pueden jugar un papel clave para empezar a gestionar mejor la red, aplanar la curva de carga, hacer uso de la desaprovechada reserva activa (la cantidad de electricidad que garantiza la inmediata disponibilidad en caso de necesidad por un aumento inesperado de la demanda) y permitir un aumento de la aportación de la eólica y otras renovables.
La reserva activa podría suministrar la electricidad que consume un tercio del parque de vehículos en la mayoría de los países -siempre que exista la red adecuada-, y evitaría tener que crear una capacidad de generación muy costosa que sólo se utiliza unas pocas horas al año, esas 30 o 40 que coinciden con olas de frío o de calor.
Un vehículo eléctrico tipo, que recorra unos 17.000 kilómetros al año, y realice la recarga en un 80% con tarifa nocturna, gastaría unos 800 euros al año en electricidad. Recorrer esa misma distancia con gasolina o gasóleo costaría de 2.000 a 2.500 euros en combustible, dadas las pautas normales de conducción