Europa ha estado inmersa en un debate sin fin, acerca de si los cultivos genéticamente modificados debían ser incorporados al mercado, y por tanto, que entraran a formar parte de la cadena alimentaria. Seis investigadores de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) y Miembros de la Comunidad de Científicos Españoles en Reino Unido dan su opinión al respecto. El Parlamento Europeo tiene sobre la mesa la aprobación de una directriz, para que cada país decida qué hacer dentro de su territorio.
SINC – Actualmente, el parlamento de la Unión Europea, liderado por la agencia European Food Safety Authority (EFSA), es el organismo que toma la decisión final sobre si un cultivo genéticamente modificado (GM) se puede sembrar en los 28 países miembros.
Este mes, el Parlamento Europeo se reunirá para tratar de aprobar una directriz que permitirá a cada país miembro prohibir los cultivos GM dentro de su territorio, independientemente del consentimiento unánime para su cultivo. Dentro de este contexto de debate, el pasado 29 de noviembre, la Comunidad de Científicos Españoles en Reino Unido (SRUK/CERU) organizó una mesa redonda en la Universidad de Sheffield (Reino Unido) para tratar de favorecer el debate en torno al uso y comercialización de organismos genéticamente modificados (OGMs) en Europa.
«El 70% de las personas encuestadas por el Eurobarómetro de 2010 considera los transgénicos fundamentalmente antinaturales»
Uno de los objetivos de la mesa redonda fue definir de manera precisa el término OGM. Según la directiva europea 2001/18/EC, un OGM es “un organismo, exceptuando seres humanos, en los que el material genético ha sido modificado de forma diferente al cruce o recombinación que normalmente ocurre en condiciones naturales”. Sin embargo, esta definición es demasiado ambigua, ya que, según la misma, todo organismo cuyo material genético haya sido modificado por acciones humanas debería ser considerado OGM.
Para acotar esta definición, la directiva incorpora dos anexos que determinan qué organismos deben ser considerados GM basándose específicamente en la técnica usada para obtenerlos. Esta es la diferencia clave entre la legislación de la UE y EE UU con respecto a los OGM, ya que mientras la UE determina si un organismo es GM en función de la técnica usada conseguirlo, en EE UU esta decisión se toma en función de la seguridad del producto final.
¿Por qué este enfoque tan diferente?
Quizá es debido a que en Europa ponemos una especial atención en diferenciar entre “natural” y “artificial”, siendo algo “natural” normalmente entendido como algo beneficioso. De hecho, un Eurobarómetro centrado en biotecnología (2010) reveló que el 70% de las personas encuestadas considera los OGMs fundamentalmente antinaturales.
Es muy interesante, sin embargo, analizar el significado de la palabra artificial, que viene del latín artificiālis, y que se utiliza para describir algo que ha sido producido por el ingenio o arte humano y que por tanto describe tecnología.
La manera en que percibimos cosas nuevas tiende a basarse en heurísticos emocionales, donde usamos la información existente en el cerebro (accesos directos) para crear una opinión individual sobre un tema. La opinión pública siempre ha sido reacia a adoptar nuevas técnicas de obtención y procesamiento de alimentos, debido principalmente a las implicaciones sociales y psicológicas que tienen en materia de salud, medio ambiente y familia.
«La palabra artificial se utiliza para describir algo que ha sido producido por el ingenio o arte humano»
Además, esta manera de pensar se agrava incluso más por el hecho de que el conocimiento en las técnicas para la obtención de cultivos GM es realmente baja, algo que quedó claramente demostrado en una encuesta donde el 54% de los participantes declaró que “los tomates no tienen genes, pero los tomates transgénicos sí los tienen”.
Sería deseable que en lugar de poner a prueba constantemente la tecnología utilizada para la producción de cultivos GM, la UE pudiera redirigir el debate en los beneficios que estos productos podrían aportar a la sociedad.
Aquellos que usan la red como plataforma para extender mensajes con la única intención de atemorizar al consumidor son tan fáciles de encontrar como de rebatir con argumentos científicos. Sin embargo, los beneficios están frecuentemente escondidos tras años de estudios técnicos, a veces difíciles de entender para la sociedad en general.
El rol de los gobiernos
El papel de los políticos es crucial, ya que ellos son los que hacen y aplican las leyes. Desgraciadamente para nosotros, los políticos no son expertos científicos, lo que lleva a situar elementos clave del debate (políticos, científicos y ciudadanos) en diferentes niveles comunicativos.
«Los individuos toman decisiones emocionales e incorrectas, lo que se conoce como fatiga de decisión. El Parlamento Europeo está sufriendo los efectos de este síndrome»
Llegados a este punto, ¿cómo podemos hacer que a la sociedad le sea más fácil identificar esos beneficios? La respuesta a esta pregunta es realmente complicada ya que, no sólo lo hacen difícil los tecnicismos en esos estudios, sino que además los ciudadanos están acorralados por ideas negativas que carecen de base científicas.
Por ejemplo, cabría pensar que los productos considerados como más seguros fueran aquellos que se han sometido a controles rigurosos sanitarios, medioambientales, de calidad y seguridad. Sin embargo, es desconcertante que el 59% de los participantes en una encuesta no estén de acuerdo con la afirmación de que los “productos GM son seguros”.
Una situación en la que, después de un extenso período de debate, los individuos toman decisiones emocionales e incorrectas se conoce como fatiga de decisión. Actualmente, bien podría parecer que el Parlamento Europeo está sufriendo los efectos de este síndrome, ya que es difícil entender por qué después de tantos años de legislación y debate, la UE ya no va a necesitar de un acuerdo unánime para el uso de cultivos GM.
Inevitablemente, este hecho dará lugar a muchas preguntas, tales como por qué un producto puede ser considerado, por ejemplo, seguro en el Reino Unido o España, pero no en Alemania o Francia. Indagando más a fondo, uno podría preguntarse si hay otros intereses escondidos detrás de esta propuesta.
Este artículo de opinión ha sido redactado por los investigadores Sabela Balboa, Pelayo García, Saúl Herranz, Estrella Luna, Alejandro Pérez y Laura Quintana.
Las opiniones expresadas por los autores reflejan su opinión personal y no necesariamente la de sus instituciones.
Documentos relacionados:
Directive 2001/18/EC, 2001: http://eur-lex.europa.eu/legal-content/EN/TXT/?uri=CELEX:32001L0018.
Lynch, D. and D. Vogel The Regulation of GMOs in Europe and the United States: A Case-Study of Contemporary European Regulatory Politics. 2001.http://www.cfr.org/agricultural-policy/regulation-gmos-europe-united-states-case-study-contemporary-european-regulatory-politics/p8688.
Special Eurobarometer in Biotechnology, E.C.T.O. Social, Editor 2010: http://ec.europa.eu/public_opinion/archives/ebs/ebs_341_en.pdf
Lee, C.-J., D.A. Scheufele, and B.V. Lewenstein, Public Attitudes toward Emerging Technologies: Examining the Interactive Effects of Cognitions and Affect on Public Attitudes toward Nanotechnology. Science Communication, 2005. 27(2): p. 240-267.
Estudio Internacional de Cultura Científica 2011, Fundación BBVA: http://www.fbbva.es/TLFU/dat/Cultura_cientifica_-_Nota_larga_-_07-05__2__FINAL_.pdf.