Las tierras agrícolas en los países pobres son cada vez más codiciadas por inversionistas de todo el mundo.
Por Armando Mombelli
En lugar de fomentar el desarrollo y el empleo, la adquisición de grandes superficies cultivables a menudo pone en peligro la seguridad alimentaria de los pueblos indígenas. Una base de datos de la Universidad de Berna permite monitorear la gran carrera por las tierras fértiles.
“El acaparamiento de la tierra a escala internacional es una verdadera forma de neocolonialismo. Los Estados ricos se apropian cada vez más de valiosos terrenos de los países pobres y dos tercios de la población de esos países sufre hambre”, dice el agrónomo y entomólogo suizo Hans Rudolf Herren, ganador de diversos reconocimientos, incluido el Premio Mundial de la Alimentación por haber conjurado una hambruna en África.
Herren figura desde hace años entre los expertos agrícolas internacionales que denuncian el fenómeno del ‘land grabbing’, es decir, el acaparamiento de tierras. “Esos terrenos son generalmente utilizados para una agricultura industrial a gran escala, y para el cultivo de productos que ni siquiera están destinados al mercado local: la mayoría son exportados y utilizados para producir, entre otros, biocombustibles, forraje y alimentos industriales”.
‘Land Matrix’
La base de datos ‘Land Matrix’ es coordinada por el Centro para el Desarrollo y el Medio Ambiente (CDE) de la Universidad de Berna, el Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agrícola para el Desarrollo (CIRAD) de París, el Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA) de Hamburgo, la Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ) de Bonn, y la ‘International Land Coalition’ (ILC) de Roma.
Para la recolección de datos, estas instituciones trabajan principalmente con cinco organizaciones asociadas que promueven una agricultura y un desarrollo sustentable en África, Asia y América Latina.
‘Land Matrix’ registra compraventas de terrenos de una superficie de 200 hectáreas en los países con una renta per cápita baja (hasta 1 000 dólares por año) o media (de 1 000 a 4 000 dólares), de acuerdo con laclasificación del Banco Mundial. Además de las superficies cultivables, también son registradas las adquisiciones y arrendamientos de tierras destinadas a la silvicultura, la industria, la protección del medio ambiente y el clima, el turismo y otras actividades económicas.
Creciente necesidad de alimentos
Desde 2012, el acaparamiento de tierras es monitoreado a nivel internacional por la base de datos en línea ‘Land Matrix’, creada y gestionada por el Centro para el Desarrollo y el Medio Ambiente (CDE) de la Universidad de Berna, junto con otros cuatro institutos europeos de investigación. La iniciativa nació en respuesta a las inquietantes dimensiones, en los últimos tiempos, del ‘land grabbing’ y tiene como objetivo ayudar a los gobiernos, las comunidades locales, las organizaciones de ayuda al desarrollo y los investigadores a promover una mayor transparencia y responsabilidad en la compraventa de terrenos.
“Este fenómeno ha existido siempre, incluso después del colonialismo. Pero se fortaleció en gran medida hace una década con el aumento significativo de los precios de los alimentos y la creciente producción de biocombustibles. También la crisis financiera ha llevado, desde 2007, a un mayor número de inversionistas a interesarse en el suelo y los productos agrícolas”, señala Markus Giger, investigador en el Centro para el Desarrollo y el Medio Ambiente.
En los últimos 2 o 3 años, esta tendencia se vio un poco frenada por la reciente caída de los precios de los productos alimenticios y del petróleo. Proyectos de producción de biocombustibles han sido abandonados también tras las críticas que surgieron en el plano internacional.
La carrera por las tierras fértiles, sin embargo, podría acelerarse en el futuro: el crecimiento de la población mundial y del nivel de vida en los países emergentes aumentan la demanda de alimentos, mientras que las reservas de tierra y agua se reducen más y más.
Deficiente derecho a la tierra
La plataforma ‘Land Matrix’, que publicará un nuevo informe a finales de octubre, ha registrado 27 millones de hectáreas de terrenos agrícolas adquiridos desde 2000 por parte de inversionistas internacionales. Si se toman en cuenta los terrenos destinados a otros fines – minería, producción de madera, industrias, turismo, etc. – la superficie asciende a 43 millones de hectáreas. En la base de datos se registran, sin embargo, solamente las grandes operaciones de compraventa de más de 200 hectáreas y muchas transacciones permanecen rodeadas de secreto.
Las tres cuartas partes de los 20 Estados más afectados por el acaparamiento de tierras son países de África y Asia que se encuentran entre los más pobres del mundo y en los que los derechos de la población son poco protegidos. “Las adquisiciones son mucho más fáciles en los países con una pésima ‘gobernanza’, débiles instituciones y exiguo derecho a la tierra. Ahí las autoridades pueden imponer más fácilmente su voluntad y, en algunos casos, como en Camboya, obligar incluso a la población local a desplazarse a otro lugar”, explica Markus Giger.
Lo anterior, a expensas principalmente de pequeños agricultores. “La mayor parte de las compraventas no conciernen tierras en zonas poco pobladas o aún no cultivadas. Se realizan generalmente en zonas accesibles, donde se encuentran las tierras más fértiles con irrigación posible. Eso significa que los agricultores se ven privados de terrenos cultivables y de medios propios de subsistencia”.
Esperanza de desarrollo
Pero no solamente los intereses financieros de las oligarquías ejercen presión sobre los países de África y otras regiones del mundo para el abandono de las tierras a los inversionistas extranjeros. “Esos países se enfrentan a problemas de pobreza y desarrollo. Buscan entonces oportunidades para generar crecimiento económico, y la tierra es a menudo lo único que pueden vender y los terrenos pertenecen generalmente al Estado”, precisa Giger.
Muchos gobiernos de países en desarrollo también están convencidos de que la agricultura debe ser modernizada con nuevas tecnologías, incluso si esto significa en muchos casos el empleo de más pesticidas y fertilizantes químicos u organismos genéticamente modificados. Esperan que las inversiones en la agricultura permitan el desarrollo de la infraestructura e incentiven el comercio y el empleo.
Según el investigador, la compra de terrenos por parte de inversionistas extranjeros puede sin embargo, tener un impacto positivo. “Pero hay que pensar en qué tipo de agricultura se quiere y asegurarse de que las inversiones se hagan de manera responsable a nivel social y ambiental”. Algo que por desgracia no es tan frecuente: “Diversos informes muestran, por ejemplo, que muchas adquisiciones no permiten crear más puestos de trabajo. Muchos agricultores se encuentran sin trabajo y sin tierra”. Según los datos del ‘Land Matrix’, en casi la mitad de los casos, la gente del lugar ni siquiera es consultada.
Inversiones poco transparentes
En 2012, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) emitió normas internacionales destinadas a regular las transacciones con respeto de los derechos de los pueblos indígenas y el medio ambiente. Sin embargo, esas normas no son vinculantes y aún es difícil evaluar si han promovido una mayor responsabilidad entre los gobiernos y los inversionistas.
Desde esa óptica, son muy importantes los datos recogidos por la plataforma ‘Land Matrix’, los cuales pueden, en cierta medida, esclarecer la dimensión y los actores del acaparamiento de tierras.
Según la base de datos, los principales países compradores son Malasia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Singapur y Arabia Saudita. China, a menudo asociada con el acaparamiento de tierras, ocupa el noveno lugar. ‘Land Matrix’ ha registrado pocos casos de adquisiciones por parte de empresas helvéticas. Suiza, sin embargo, también juega un papel.
“Suiza es un gran actor a nivel financiero, con cientos de millones de francos administrados no solamente por los bancos, sino también por otras instituciones, como los fondos de pensiones o los seguros para la vejez y la supervivencia (AVS). Es probable que una parte importante de ese dinero también haya sido colocado en fondos de inversión vinculados a las materias primas, productos agrícolas y terrenos. En estos fondos, sin embargo, hay muy poca transparencia y también es difícil realizar la trazabilidad de esos lazos”, advierte Markus Giger.
Para Rudolf Herren, el Gobierno suizo debe exigir una mayor transparencia y prohibir inversiones especulativas en productos agroalimentarios. “Podemos especular con el oro porque se puede prescindir de él. Pero no podemos vivir sin comida. La especulación sobre los alimentos es criminal y debe ser prohibida”.
swissinfo
Land Matrix’
La base de datos ‘Land Matrix’ es coordinada por el Centro para el Desarrollo y el Medio Ambiente (CDE) de la Universidad de Berna, el Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agrícola para el Desarrollo (CIRAD) de París, el Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA) de Hamburgo, la Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ) de Bonn, y la ‘International Land Coalition’ (ILC) de Roma.
Para la recolección de datos, estas instituciones trabajan principalmente con cinco organizaciones asociadas que promueven una agricultura y un desarrollo sustentable en África, Asia y América Latina.
‘Land Matrix’ registra compraventas de terrenos de una superficie de 200 hectáreas en los países con una renta per cápita baja (hasta 1 000 dólares por año) o media (de 1 000 a 4 000 dólares), de acuerdo con laclasificación del Banco Mundial. Además de las superficies cultivables, también son registradas las adquisiciones y arrendamientos de tierras destinadas a la silvicultura, la industria, la protección del medio ambiente y el clima, el turismo y otras actividades económicas.
Creciente necesidad de alimentos
Desde 2012, el acaparamiento de tierras es monitoreado a nivel internacional por la base de datos en línea ‘Land Matrix’, creada y gestionada por el Centro para el Desarrollo y el Medio Ambiente (CDE) de la Universidad de Berna, junto con otros cuatro institutos europeos de investigación. La iniciativa nació en respuesta a las inquietantes dimensiones, en los últimos tiempos, del ‘land grabbing’ y tiene como objetivo ayudar a los gobiernos, las comunidades locales, las organizaciones de ayuda al desarrollo y los investigadores a promover una mayor transparencia y responsabilidad en la compraventa de terrenos.
“Este fenómeno ha existido siempre, incluso después del colonialismo. Pero se fortaleció en gran medida hace una década con el aumento significativo de los precios de los alimentos y la creciente producción de biocombustibles. También la crisis financiera ha llevado, desde 2007, a un mayor número de inversionistas a intere