BIOCARBON -Profesionales de universidades argentinas integran el proyecto internacional de biorrefinería ‘Biocode’, que busca producir nanofibras de celulosa, ácido láctico y biocarbón en base a restos de maíz, colza y trigo, con procesos de bajo impacto ambiental.
La biorrefinería tiene como objetivo transformar biomasa mediante procesos de bajo impacto ambiental para generar productos biológicos de gran valor económico.
por SEBASTIÁN TAMASHIRO
(SLT-FAUBA) – Argentina – Investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), junto con pares de Finlandia, Italia, Chile y Alemania, integran el proyecto de biorrefinería ‘Biocode’.
Esta iniciativa internacional tiene como objetivo extraer productos industriales de alto valor económico —como nanofibras de celulosa, ácido láctico y biocarbón— a partir de residuos de cosecha de maíz, colza y trigo. Para eso, Biocode procura usar técnicas de separación y producción que minimicen el impacto ambiental.
Los investigadores de la Argentina estudian cómo diferentes manejos agronómicos, temperaturas y precipitaciones, entre otros factores, influyen el rendimiento y la calidad de los residuos de cosecha.
“La biorrefinería se basa en transformar de manera sustentable materiales vegetales para obtener otros productos biológicos de mayor valor. Biocode es un proyecto colaborativo en el que los investigadores de cada país aportan desde su especialidad. En la Argentina producimos cultivos y caracterizamos los residuos de cosecha en función de los azúcares que contienen las paredes de sus células, como celulosa, hemicelulosa y lignina. Luego, enviamos la biomasa a los otros países donde se separan los productos de alto valor económico con métodos de extracción sustentables”, explicó César López, Director de la Especialización en Mejoramiento Genético Vegetal de la Escuela para Graduados de la FAUBA (EPG-FAUBA) y docente de la UNLZ.
“El material vegetal se envía al grupo de investigación que tenga la tecnología necesaria para aprovecharlo. En Chile se extraen aceites y ceras. Luego el material viaja a Italia, donde se separa la hemicelulosa y se convierte en ácido láctico, que funciona como insumo para elaborar plásticos biodegradables. Finalmente, la fracción restante va a Alemania y a Finlandia. En Alemania, a partir de la lignina se obtiene biocarbón, que se puede usar para mejorar suelos, y en Finlandia, a partir de la celulosa, se genera celulosa microfibrilada, que tiene distintas aplicaciones industriales como aditivo en plásticos, pinturas, cemento y cosméticos”, señaló Déborah Rondanini, docente de la cátedra de Producción Vegetal de la FAUBA.
Rondanini le contó al sitio de divulgación científica Sobre la Tierra que las técnicas de bajo impacto ambiental son una parte fundamental de Biocode y que, principalmente, se emplean productos químicos biodegradables, reutilizables y de bajo costo. “En Chile se usa dióxido de carbono supercrítico como solvente —es decir, dióxido de carbono sometido a alta presión y temperatura—. Este gas es muy abundante en la atmósfera y al manipularlo no se liberan elementos tóxicos”.
En Biocode, a pesar de que en cada país se realiza cierta etapa del proyecto, se comparte el conocimiento y se busca generar capacidades en conjunto. Los investigadores de la Argentina, Chile, Italia, Alemania y Finlandia se reunieron en el congreso de Biorefinerías del 2019
Por su parte, César puntualizó que la idea del proyecto es que cada grupo de trabajo aprenda de la especialidad de los otros y, por eso, la información sobre los procedimientos que se usan en Biocode es abierta. Un punto central de la iniciativa es optimizar las técnicas en aspectos económicos y ambientales.
El inicio de la cadena
Uno de los productos que surge de Biocode es el biocarbón, que se puede agregar a los suelos para aumentar la productividad.
En el marco de Biocode, la FAUBA y la UNLZ realizan ensayos en maíz, colza y trigo para estudiar cómo diferentes manejos agronómicos, métodos de cosecha, temperaturas y precipitaciones, entre otros factores, determinan el rendimiento y la calidad de los residuos de cosecha. Esta primera etapa es fundamental para los resultados del resto del proyecto, ya que determina la cantidad de los compuestos de alto valor que se pueden extraer de la biomasa.
López resaltó que son cuidadosos en dejar la cantidad necesaria para asegurar la sustentabilidad de los agroecosistemas. “Estudiamos cómo mantener en equilibrio la cantidad de carbono y nitrógeno entre la biomasa que nos llevamos y la que se incorpora al suelo. Esto permite conservar sus propiedades en el tiempo. Por ejemplo, en maíz recomendamos dejar el alrededor del 30% de la biomasa de rastrojo”.
Financiamiento internacional
Rondanini comentó que Biocode se enmarca en el programa ERANet Lac, que financia proyectos de investigación e innovación que se basen en el trabajo colaborativo y a largo plazo entre países de la Unión Europea, de América Latina y del Caribe. La docente añadió que ambas Facultades pudieron sumarse de forma muy sencilla al programa: “Nos inscribimos en una plataforma abierta. No era necesario tener un vínculo previo con las demás instituciones. Junto con la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNLZ, que tiene un laboratorio de primer nivel para analizar material vegetal, ofrecimos nuestras capacidades y fuimos seleccionados”.
“Nos parece muy valioso contar esta experiencia interdisciplinaria en la que desde universidades de nuestro país aportamos conocimientos a un proyecto de primer nivel internacional. También es una manera interesante de conseguir fondos para investigar, en estos días de escasez de recursos para la ciencia”, cerró Rondanini.