Llega al país el primer microscopio electroquímico de barrido, un instrumento clave para desarrollar e investigar materiales
Buenos Aires Rotura de tuberías de agua, bicicletas que dejan de funcionar y esculturas con cobre rodeadas de un tono verduzco —como la cúpula del Congreso de la Nación— son sólo algunos ejemplos cotidianos del daño que puede producir la corrosión de metales. Con el objetivo de estudiar este fenómeno, el INTI , Instituto Nacional de Tecnología Industrial, adquirió una nueva tecnología que le permitirá obtener información muy precisa sobre la degradación de las propiedades de materiales.
La degradación de las propiedades de un material por efecto del medio ambiente que lo rodea, denominada “corrosión”, ha sido un enemigo histórico de industrias como la metalmecánica, la construcción y también de la arquitectura. Con el objetivo de estudiar estos fenómenos y anticipar su comportamiento, el INTI adquirió de Estados Unidos tecnología avanzada que hasta el momento no se encontraba en el país.
“El nuevo microscopio electroquímico de barrido, nos permitirá estudiar procesos localizados de corrosión y obtener información a escala micrométrica (una milésima de milímetro) sobre las reacciones de un determinado material ante diferentes estímulos. Por ejemplo, evaluar el comportamiento frente a la corrosión de aleaciones metálicas modificadas por efectos térmicos”, detalla Pablo Altamirano de la Dirección de Materiales Avanzados del INTI.
Mejorar el conocimiento sobre la relación de la microestructura metálica y los fenómenos corrosivos permite optimizar parámetros de diseño de nuevas aleaciones, procesos de soldadura, diferentes modificaciones superficiales y otros aspectos fundamentales para el estudio y desarrollo de materiales. En este sentido, si bien existen diferentes técnicas para su análisis la ventaja de la tecnología adquirida por el Instituto —que mide parámetros electroquímicos localizados por medio de un microelectrodo, que se desplaza cubriendo una superficie determinada— es que permite obtener información en las etapas tempranas de los procesos de corrosión.
“La tecnología también tiene potencial para el desarrollo de sensores biológicos, evaluar cinéticas de reacciones químicas, estudiar membranas porosas o catalizadores de pilas de combustibles, entre otras aplicaciones. Además, al ser el único equipo de este tipo disponible en Argentina, nos permitirá interactuar con organismos, universidades y otras instituciones del sistema científico-tecnológico para su pleno aprovechamiento”, anticipa Altamirano.