MÉXICO. SE TRABAJA EN LA ACTIVIDAD ESPACIAL. CÁMARAS DE SIMULACIÓN. Nanomateriales

El Centro de Nanociencias y Nanotecnología (Cnyn) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), campus Ensenada, construirá cámaras de simulación de ambientes espaciales, a fin de reproducir las condiciones a las que se enfrentan los satélites pequeños, una vez que están en órbita.

En entrevista para la Agencia Informativa del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el jefe del Departamento de Fisicoquímica de Nanomateriales del Cnyn, Gerardo Soto Herrera, explicó que las condiciones que afronta un satélite en órbita son complejas.

“Los ambientes espaciales son muy complicados: son muy bajas presiones, son cambios de temperatura muy bruscos y exposiciones a radiación muy intensas; lo que tenemos que hacer es certificar que esos satélites efectivamente van a poder trabajar en el espacio”, apuntó.

El especialista mencionó que por ahora han iniciado con la revisión de las dimensiones del nanosatélite, así como sus requerimientos y parámetros, a partir de los cuales se diseñarán sistemas de vacío y de prueba para garantizar que funcionarán fuera de la atmósfera terrestre.

Por su parte, el investigador del grupo de tecnología espacial del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE), Roberto Conte Galván, señaló que los nanosatélites tienen dimensiones aproximadas a los 10 centímetros por lado y pueden funcionar en el espacio con diferentes aplicaciones. “No hay ningún problema siempre y cuando se le ponga lo que se quiere hacer y demande poca energía, porque para ser tan pequeño el satélite, el área de fotoceldas, que es lo que lo alimenta, está muy limitada también”, advirtió.

Dijo que otra de las limitantes de los pequeños satélites, es que no se pueden enviar a órbitas muy alejadas, porque no habría potencia suficiente para que se comunicaran con una estación en el planeta, debido de nuevo a la limitación de las fotoceldas, por lo que se posicionan en órbitas bajas. Conte Galván explicó que las órbitas bajas van desde los 300 hasta los mil 200 kilómetros de altura sobre el nivel del mar, a diferencia de los satélites geoestacionarios que transitan a alturas de 36 mil kilómetros.

Aunado a los requerimientos de altura y velocidad que el pequeño satélite debe cumplir para su funcionamiento, se enfrentará a condiciones ambientales adversas para las que sus componentes deben estar preparados, añadió. El investigador expuso que cuando el satélite está expuesto al sol, puede someterse a temperaturas de 45 grados Celsius, mientras que en los periodos de sombra o eclipse, la temperatura alcanza los 20 grados bajo cero.

“Eso quiere decir que el satélite va a cambiar de temperatura en instantes, se calienta mucho o se enfría mucho y muy rápido, entonces puede haber expansiones y contracciones de los materiales y eso es precisamente para lo que se debe diseñar el satélite, para que pueda soportarlo”, afirmó.

De forma usual se realizan las pruebas para garantizar que el satélite soportará las condiciones fuera de la atmósfera terrestre, ya que su diseño se ha terminado, y de manera ocasional se hacen pruebas de los componentes por separado.

“Se ensambla el satélite, se enciende y luego se somete a las pruebas cuando está prendido, por si algo va a fallar que sea en Tierra, porque una vez que esté allá arriba no se pueden hacer ajustes”, puntualizó.

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