MÉDICOS DE LOS BOSQUES… Antes del Incendio, Relevar la Importancia y Preservación

forestales1La labor de los ingenieros forestales siempre ha tenido una vital importancia para la preservación de los bosques.
Por lo general, se trata de una vocación que atrapa a personas que tienen preocupación por la preservación de la naturaleza y una propensión a pasar la vida al aire libre. Pero al margen de esa condición, los ingenieros forestales son los encargados de analizar el estado de salud de nuestros bosques, de recetarles tratamientos que los hagan más fuertes y de controlar que esos tratamientos se cumplan. Ellos mismos se definen como “los médicos de los bosques”.
Entre las tareas principales del ingeniero forestal está realizar el diagnóstico sobre el estado de la biodiversidad de los bosques. Y, en función de eso, diseñar un plan de manejo. Ese diagnóstico es una especie de inventario del bosque y de sus condiciones, a partir del cual se determina qué tipo de manejo sustentable va a regir la vida del bosque. Y, si el bosque no está en óptimas condiciones, el ingeniero señala que es necesario iniciar un proceso de recuperación en el que se combina la plantación de nuevos árboles nativos, la protección de los cauces de agua, el reacomodamiento del terreno y otras acciones que tiendan a que el bosque vuelva a desarrollarse de una forma saludable.

 

Dentro de los trabajos del ingeniero está también controlar y fiscalizar que esos procesos se cumplan. Por eso, periódicamente van realizando monitoreos de los que muchas veces surgen correcciones al plan inicial. Un aspecto importante desde el punto de vista ecológico, es que todos los procesos de recuperación de los bosques se hacen con especies nativas de la región. Sólo se utilizan especies exóticas para proteger el crecimiento de especies nativas que lo necesitan en una determinada etapa de su desarrollo.

HernanColomb

Si su tarea es de por sí relevante, en estos últimos tiempos se ha vuelto bastante más demandada en casi todas las provincias del país, a partir de la reglamentación de la ley 26.331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos, que tras ser sancionada en diciembre de 2007, establece todo un nuevo marco para la protección ambiental, la restauración, conservación, aprovechamiento y manejo sostenible de los bosques nativos.

Esta ley –que sorprendentemente cuenta tanto con el visto bueno de los ambientalistas como de la industria maderera– viene a ordenar y regular el uso de los bosques argentinos. Y, como bien lo explica el ingeniero forestal Hernán Colomb, “es muy importante que cada vez haya mayor conciencia social acerca del vital papel que desempeñan los bosques en el ciclo global del carbono, en la posibilidad de mitigar el cambio climático mediante la forestación y la gestión forestal sostenible, que perpetúe la función esencial de los bosques para sostener la vida en la Tierra. La ley se ha convertido en una herramienta para lograr esto”.

 

Colomb es un porteño que de muy joven se enamoró de los bosques patagónicos. Al terminar el colegio secundario, puso rumbo hacia la zona de Esquel, donde lleva radicado desde hace dos décadas. Allí se convirtió en guardaparques y luego en ingeniero forestal. Y hoy se halla de regreso en Buenos Aires, como integrante de la Dirección de Bosques de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable (SAyDS), desde donde vela por la correcta aplicación de esta nueva ley, que él, como amante apasionado de los bosques, celebra enormemente.

 

“El principal problema que enfrentan nuestros boques nativos es la expansión de la frontera agropecuaria, un tema que también tiene en vilo a países vecinos como Brasil y Chile, en donde también han surgido leyes parecidas a ésta”, explica Colomb. “Este es un proceso que durante décadas fue avanzando sin los controles adecuados, haciendo que se pusieran en riesgo los servicios ecosistémicos que brinda el bosque, como la fijación del dióxido de carbono (fundamental para la limpieza del aire), la regulación hídrica y el mantenimiento de la diversidad, además de aspectos económicos como la producción maderera, que es el medio de vida de muchos argentinos.”

 

Colomb asegura que no se trata de ser o no proteccionista, sino de establecer un equilibrio entre el cuidado medioambiental y la explotación maderera, regulándola para que sea ecológicamente sustentable. “Creo que ahora hay mucho más sintonía con la industria maderera”, comenta el ingeniero forestal. “Al principio patalearon un poco porque se les demanda que presenten siempre un plan de manejo sustentable de sus explotaciones. Pero hoy se dan cuenta de que es una buena herramienta porque les ayuda a la planificación y se las ordena”.

 

A partir del cada vez mayor reclamo de la sociedad (tanto en la Argentina como en el resto del mundo) referido a la protección de los bosques nativos, la regulación de los bosques se convirtió en un tema de agenda, impulsado generalmente por los ambientalistas, pero tomado por políticos y estadistas. Ahora se incorporó un elemento fundamental que es garantizar unos presupuestos mínimos y fondos para la conservación del bosque. Y ahí está la clave: en este momento, un porcentaje del presupuesto nacional es girado a las provincias para que protejan activamente sus bosques declarados. Explicado de una forma sencilla: el Estado le entrega plata a las provincias y a su vez las provincias la entregan a los productores que elaboren planes de manejo sustentables de sus bosques. Un 70% de los fondos va a desarrollar esos proyectos y el otro 30% se destina a financiar la autoridad que va monitorear y fiscalizar que todo esto se cumpla realmente. Este trabajo es sostenido por un amplio grupo de ingenieros forestales.

 

Otra de las herramientas fundamentales de la legislación actual fue ordenar territorialmente los bosques, creando tres estándares de conservación, que sus impulsores llaman “el semáforo”. La “categoría roja” es la de máxima conservación y abarca a bosques que tienen una gran relevancia por razones como su biodiversidad o su ubicación estratégica. Luego aparece la “categoría amarilla”, de mediana conservación, en la que se permite un manejo sustentable del recurso: sacar madera de manera sustentable o cosechar productos no madereros de forma sustentable. Cada uno de estos proyectos es fiscalizado por las provincias y la Secretaría de Ambiente, a través de informes, el marcado de plantas y planes de buenas prácticas forestales diseñadas por los ingenieros.

 

Finalmente, está la “categoría verde”, la de menor relevancia de conservación, que abarca a bosques ya degradados en los que se puede analizar la posibilidad de destinarlos para otras actividades. Para ello también es imprescindible que un ingeniero forestal desarrolle un plan de manejo que demuestre que el uso que se le va a dar va a ser superior al que tenía en el estado original.

 

El valor de estos bosques está determinado no sólo por la importancia comercial de las especies maderables y los productos forestales, sino también por el valor potencial de los demás productos y especies, por sus aportes en caza y pesca, por la diversidad biológica, y los recursos genéticos que albergan, su importancia cultural, por su potencial eco turístico y por sus diversos aportes ecológicos. En definitiva, el bosque es entendido como un espacio vital y complejo, cuya buena salud nos beneficia a todos.

 

En la mochila del forestal

 

Los ingenieros forestales son personas afortunadas: una buena parte de su trabajo transcurre en medio de la naturaleza. Para no idealizar tanto la profesión, es justo aclarar que también pasan mucho tiempo en “situación oficina”, elaborando informes, cotejando datos y estudiando resultados. Durante el trabajo de campo, en la mochila del ingeniero forestal hay unas cuantas cosas que no suelen faltar: un GPS, una cinta diamétrica para medir los troncos de los árboles, una cámara fotográfica con la que tomar información de la estructura del paisaje, una brújula, un clinómetro que permite medir las pendientes y una clásica libreta de apuntes (que entre los más jóvenes está siendo reemplazada por tablets). La revolución tecnológica de los últimos años les ha posibilitado acceder fácilmente a imágenes satelitales, sistemas de información geográficos e información en infrarrojo que permite identificar y clasificar las especies y su estado de salud, haciendo mucho más precisa su tarea.

 

CAI-Centro Argentino de Ingenieros

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