La bióquímica asturiana Margarita Salas ha fallecido a los 80 años. Considerada un referente femenino de la investigación, fue discípula de Severo Ochoa en su laboratorio de Nueva York. En los años 60, regresó a España para introducir el incipiente campo de la biología molecular.
Salas fue una pionera que realizó importantes aportaciones sobre cómo funciona el ADN. Descubrió que el virus phi29 tenía una enzima, la phi29 ADN polimerasa, que ensamblaba moléculas de ADN mucho más rápido y con mucha más precisión.
La investigadora aisló la enzima y demostró que funcionaba en las células humanas, marcando el comienzo de aplicaciones innovadoras para las pruebas de ADN. Con su hallazgo, el CSIC obtuvo la patente más rentable de su historia.
Recibió numerosos galardones a lo largo de su trayectoria. Uno de los últimos, fue el Premio al Inventor Europeo de 2019. En 2016, recibió también la Medalla Echegaray de la Real de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, el galardón científico más alto que concede esta institución.
Hasta casi el final, ha trabajado como profesora ad honorem del CSIC, en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. Su capacidad innovadora se tradujo en la obtención de un total de ocho patentes.
En una entrevista, publicada en Sinc hace un año, explicaba cómo la falta de financiación ha sido el gran problema de la ciencia en España. “Si me concedieran un deseo, pediría dinero. Ahora mismo el dinero es la mejor forma de demostrar que se valora la ciencia”, destacaba.