A raíz de su fallecimiento en París, Francia, investigadores de diferentes disciplinas recuerdan a esta gran científica por sus logros académicos, su solidaridad y su compromiso con los derechos humanos.
(06/08/2014 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. Científica prolífica, generosa y comprometida con los derechos humanos. Así se la recuerda a la doctora Luisa Hirschbein quien nació en Argentina el 20 de septiembre de 1929 en Buenos Aires y falleció el 28 de junio pasado, en Paris, Francia, país donde su labor profesional fue reconocida por prestigiosas instituciones académicas.
La doctora Hirschbein era especialista en ciencias naturales y obtuvo su doctorado en 1962 en la Universidad de Paris por su investigación sobre procesos bioquímicos de la placenta humana. Su trabajo fue muy ponderado por el jurado de tesis y recibió una mención honorable. Su brillante carrera la convirtió en investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS según sus siglas en francés). Fue directora de un laboratorio en la Université de Paris Sud, en Orsay, dentro del Instituto de Microbiología de ese país que se había creado por iniciativa de algunos célebres “pasteurianos” (del Instituto Pasteur de Paris). Fue además miembro del Consejo Científico del Instituto de Genética y Microbiología de Francia y de las sociedades francesas de Microbiología y de Biología Celular y de la Sociedad Americana de Microbiología.
Como microbióloga, fue especialista en el desarrollo de la biología molecular, y pionera en estudios de la expresión génica en bacterias. Para desentrañar aspectos básicos de esos procesos, realizó estudios en Bacillus subtilis (una bacteria que puede resistir condiciones extremas), un modelo de investigación muy empleado en diferentes laboratorios del mundo. Desde 1997 se interesó en las relaciones de los fenómenos biológicos de herencia, estrés e inactivación genética con los modelos de Lamarck y Darwin. En ese contexto participó de varios coloquios y reuniones internacionales de trabajo sobre evolución.
El doctor Luis Alberto Quesada Allue, jefe del laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular del Desarrollo del Instituto Leloir, dice que Hirschbein fue una científica “absolutamente brillante y notoriamente modesta”. “Siempre estuvo enrolada en causas justas y con un nivel de formación política sólido. Y le importaban más las ideas y discusiones de vanguardia que la figuración y los laureles personales”, agrega.
Como microbióloga molecular fue pionera en varias líneas relacionadas con la expresión génica y con la evolución bacteriana, subraya el investigador. “Fue muy reconocida por muchos de sus pares, aunque las burocracias científicas y los científicos permanentemente obsecuentes y oficialistas siempre trataron de ignorarla o perjudicarla”, añade.
Hirschbein formó parte de un enorme grupo de científicos que se vieron obligados a emigrar entre 1966 y 1976 por razones de intolerancia política y/o persecuciones. En Paris fue muy activa propiciando la interacción de los exilados entre sí, especialmente los que optaron por el sistema científico francés, y mantuvo una constante atención y solidaridad con los problemas que aquejaron a los científicos en los últimos 50 años.
El licenciado Alberto Díaz, director del Centro de Investigación y Desarrollo en Biotecnología Industrial del INTI, coincide: “Ayudó a todo el mundo en situaciones ‘normales’ y muy especialmente cuando las dictaduras de América Latina estuvieron en auge; recibiendo exilados, consiguiendo lugar de trabajo y vivienda”.
“Fue una gran amiga y científica”, recuerda Díaz, quien la conoció en 1970 en el Instituto Campomar cuando el entonces director, Luis Federico Leloir, recibió el Nobel de Química. “Estábamos cursando el que sería el primer curso de biología molecular que se dictaba en el país”, precisa.
Hirschbein había hecho una estadía en el laboratorio del doctor Héctor Torres en el Instituto Leloir donde introdujo el tema de la RNA polimerasa y el control de la transcripción de la información genética, señala Díaz, quien luego, con beca exterior del CONICET, trabajó algunos años en su laboratorio en París.
“Luisa era una investigadora incansable y una docente muy preocupada por lo social y político”, resume Díaz.
We met when we were both students of chemistry at the Universidad de Buenos Aires, probably in 1950, and members of the Communist cell of chemistry students. Again, when we were both visiting the United States, in the 1960s, and in Paris en of 1975 or beginning of 1976, she detected that I had a lung problem, I am very grateful to her, she was a great person, the most loved argentinian in Paris, a militant for many just causes, long live to her memory.