Le Corbusier: verdades incómodas
Por Antonio Castineira, París
Obsesionado con la limpieza, admirador confeso de las tesis de una derecha que soñaba con un nuevo orden, Le Corbusier escribió en 1940 sobre Hitler: “Podría coronar su vida con una obra grandiosa: el desarrollo de Europa”.
El cincuenta aniversario de su muerte se ha visto empañado en Francia por las revelaciones sobre las relaciones que el arquitecto francosuizo mantuvo con el régimen de Vichy. Tres libros arrojan nueva luz sobre un lado oscuro de Le Corbusier.
La polémica alcanzó tal proporción que algunos medios galos han preferido “pasar por alto” la nacionalidad francesa de Charles-Edouard Jeanneret, adquirida en 1930, para referirse a él solo como “el arquitecto suizo”.
“Lo he notado, efectivamente. Cuando les conviene a algunos, vuelve a ser suizo”, ironiza Xavier de Jarcy, el periodista de ‘Télérama’ que firma el libro ‘Le Corbusier, un fascismo francés’. Un título que no deja lugar a dudas: “Le Corbusier se sentía más francés que suizo”, explica el autor. De hecho, el célebre arquitecto tuvo relaciones tensas con su país de origen, y en particular con La Chaux-de-Fonds, la ciudad del cantón de Neuchâtel, donde nació en 1887.
LUCES Y SOMBRAS
El primer arquitecto estrella
Le Corbusier fue un pintor, arquitecto, diseñador y teórico suizo de renombre mundial. Está considerado como uno de los artistas más influyentes …
La parte sombría del genio
“En Suiza se ha hablado mucho antes de su parte sombría”, anota Xavier de Jarcy. Pero en Francia, el país de adopción de Charles-Edouard Jeanneret que daría a su obra fama internacional, el debate tardó más en salir a la luz. Aunque la situación ha adquirido tal dimensión que la Fundación Le Corbusier se vio obligada a emitir un comunicado oficial a finales de mayo para dejar las cosas claras.
La institución recuerda que fue ella la que puso la correspondencia de Le Corbusier a disposición de los investigadores, sin intentar ocultar ninguna información delicada. La fundación considera que “mantener viva la herencia de Le Corbusier no debe conducir a subestimar u ocultar ciertos aspectos de la personalidad o comportamientos del arquitecto”. Pero llama igualmente a “un enfoque sereno y científico de un periodo histórico particularmente complejo”.
Es verdad que el arquitecto nunca dejó a nadie indiferente. “Siempre molestó”, admite Michel Richard, director de la Fundación Le Corbusier, instalada en un coqueto edificio del barrio XVI de París. “La gente está francamente a su favor, o abiertamente en contra. Hay excesos en ambos bandos”, admite.
Y luego, André Malraux no escatimó palabras de elogio en el funeral en 1965: “Le Corbusier ha conocido grandes rivales […] Pero ningún otro ha representado con tanta fuerza la revolución de la arquitectura, porque ninguno ha sido durante tanto tiempo y tan copiosamente insultado”. Así habló el intelectual gaullista que luchó en la Guerra Civil Española contra el fascismo que defendía el arquitecto suizo en la misma época.
Ideas triunfantes…tras la Liberación
Las ideas del arquitecto de La Chaux-de-Fonds encontraron terreno fértil después de la Liberación, durante las tres décadas gloriosas, cuando Francia se reconstruyó sobre las ruinas de los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial.
Quedaron así olvidadas sus relaciones con la extrema derecha y borradas sus estancias en Vichy, en el corazón del régimen de Pétain. Tras sus obsequias, Le Corbusier era venerado en Francia. Hubo que esperar casi cincuenta años para que su pasado se hiciera público, que el estudio de su correspondencia desvelara la cara oculta de Corbu, como le llamaban sus amigos.
Sus escritos son testimonio de ello: “La derrota de las armas me parece la milagrosa victoria de Francia”, escribe a su madre en el verano de 1940, a los pocos meses de la derrota militar de Francia ante las tropas hitlerianas. Es más, en su correspondencia privada, da rienda suelta a declaraciones antisemitas como: “El dinero y los judíos, que son en parte responsables (de la derrota) más la masonería francesa… todos recibirán el justo castigo. Estas vergonzosas fortalezas serán desmanteladas. Lo dominaban todo”, se felicita el arquitecto.
Algunos meses más tarde, durante la ocupación nazi, Le Corbusier reconocía que, “los judíos lo estaban pasando mal”, pero enseguida añadía que, “su ciega sed de dinero había podrido el país”. Son declaraciones que Xavier de Jarcy recoge en su libro. Mientras que su primo, Pierre Jeanneret, entra rápidamente en la Resistencia, el arquitecto se instala en Vichy a partir de enero de 1941. “Fue una elección libre”, no una imposición asegura el periodista.
Deseos de colaborar
“Le Corbusier no llega a Vichy por casualidad. Junto a sus amigos, considera que el momento tan esperado ha llegado. Desde hace quince años esperan, y lo dicen claramente, poder llevar a cabo el programa definido en las revistas Plans y Prélude”, explica Xavier de Jarcy. “La revolución que querían llevar a cabo pasaba esencialmente por el urbanismo, por materializar una ideología basada en un retorno a los valores patriarcales, como el trabajo y la familia”, añade.
Según Xavier de Jarcy, cuando el mariscal Pétain llega al poder, “es evidente que Le Corbusier tiene deseos de colaborar”. Pero el régimen de Vichy no necesariamente está interesado en su visión de la arquitectura. “Pétain tiene sus propias ideas, que no siempre coinciden con las de Le Corbusier”, puntualiza el periodista, quien establece una clara diferencia entre el arquitecto suizo y los colaboracionistas que delataban a quienes se oponían al nuevo régimen. “Hubo gente mucho peor que Le Corbusier. Él nunca colaboró con la Alemania nazi”.
Tras la Liberación, Le Corbusier salió ileso. “La depuración solo se ocupó de los casos más graves”, recuerda de Jarcy, quien admite desde las primeras páginas de su libro que “ser fascista no impide tener talento”, citando otro ejemplo controvertido: el del escritor Charles-Ferdinand Céline.
Exposición eclipsada
Además del libro de Xavier de Jarcy se han publicado otras dos obras críticas sobre el arquitecto: ‘Le Corbusier, une froide visión du monde’, de Marc Perelman, y ‘Un Corbusier’, de François Chaslin. Las revelaciones sobre el personaje terminaron prácticamente por eclipsar la exposición que presentó el Centro Pompidou hasta el 3 de agosto, y las diferentes actividades previstas en diferentes localidades de Francia.
Entre ellas destacan el evento en Ronchamp, a pocos pasos de la frontera del Jura suizo, donde Le Corbusier construyó una emblemática capilla. Pero la polémica no ha impedido que una escultura del arquitecto se subastara en Zúrich por 3,12 millones de francos suizos a principios de mayo.
La muestra presentada en Beaubourg no aborda el pasado controvertido del arquitecto helvético. Su comportamiento durante el régimen de Vichy fue tratado en la gran retrospectiva de 1987, recuerdan los organizadores de la exposición. Ahora se exploran otros ángulos de su personalidad. Bajo el título ‘Mesures de l’homme’ (Medidas del Hombre), la exposición reúne pinturas, esculturas, maquetas, muebles, dibujos y plásticos.
Pasar factura
Xavier de Jarcy lamenta que la parte de sombra del personaje no se mencionara en el Centro Pompidou. “Pienso que hay una relación directa entre sus ideas y sus proyectos de urbanismo. No se puede ignorar esto”. En el libro va incluso más lejos. Solicita que ninguna calle de Francia lleve el nombre de Le Corbusier ni de otros artistas implicados en el régimen de Vichy. “Ha llegado el momento de pasar factura”, asegura.
Traducción del francés: Rodrigo Carrizo Couto, swissinfo.ch