LA UTOPÍA DEL SEGURO AGRÍCOLA

Seguros agrícolas
Seguros de cosechas y agrícolas

Los desastres se abaten con fuerza. Fenómenos meteorológicos negativos, como la sequía, lluvias excesivas, tormentas y huracanes pueden causar grandes pérdidas a los agricultores.

Muchas veces no se puede impedir que se produzcan las catástrofes, pero en cierta medida se pueden predecir y es posible organizarse para reducir su impacto. Sin embargo, hay casos en los que no se pueden anticipar los desastres y los agricultores tendrán que afrontar grandes pérdidas tras los sucesos.

Los seguros agrícolas, para el ganado, la pesca y los bosques, se orientan especialmente a cubrir las pérdidas producidas por acontecimientos negativos, meteorológicos o de otro tipo, que quedan fuera del control de los agricultores.

Es uno de los instrumentos más citados para la gestión de los riesgos asociados a la agricultura. Se han creado numerosos programas piloto a través de los años, destinados especialmente a los pequeños agricultores de los países en desarrollo, pero los seguros agrícolas siguen siendo ante todo un negocio para agricultores de los países desarrollados. Sólo un porcentaje menor de las primas mundiales se paga en el mundo en desarrollo, donde los seguros sólo están al alance de los agricultores más grandes y ricos.

Los seguros distribuyen el riesgo en toda la industria agrícola o la economía, o en el caso de las reaseguradoras internacionales, en la esfera internacional. Los seguros se venden y compran en el mercado. Los compradores deben percibir que las primas y los beneficios previstos ofrecen valor; los vendedores deben encontrar una oportunidad de obtener resultados actuariales positivos, con el tiempo, y ganancias.

Los seguros no son la solución universal al riesgo y las incertidumbres que afrontan los agricultores. Sólo pueden afrontar una parte de las pérdidas producidas por los peligros y no sustituyen las buenas técnicas de gestión de riesgos en las fincas agrícolas, las prácticas inteligentes de producción y gestión de la explotación agrícola ni las inversiones en tecnología.

FAO

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