En noviembre de 2013, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, emprendió un viaje institucional a Israel. La visita de su delegación estaba centrada, según el Gobierno catalán, en asuntos económicos. Pero la repercusión mediática se centró en la política, en parte por los roces con las autoridades diplomáticas españolas y en parte porque Mas y su delegación visitaron Jerusalén Este, haciendo enfadar a la Autoridad Nacional Palestina.
Fuera de los focos, uno de los hombres que estaba allí junto al president Mas era Ernest Mendoza, un físico especialista en nanotecnología y profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña. Mendoza es el cofundador de Goldemar, una de las treinta empresas cuyos representantes habían acompañado a Mas a Israel. Este país, al que se le ha apodado “la nación startup”, es tal vez el mejor ejemplo en el mundo de cómo crear una economía con un alto componente de innovación en un entorno geopolítico no precisamente ideal para ello. Los catalanes querían aprender cómo los israelíes han logrado transferir los adelantos científicos a la economía y también mostrarles sus propias innovaciones.
Entre ellas estaba la de Mendoza. A simple vista parecía solo “un polvo similar al Cola Cao”, como él mismo explica. Pero en realidad aquel polvo estaba compuesto de agrupaciones de átomos de oro de un nanómetro, es decir, un millón de veces más pequeños que un milímetro. En ese mundo nanométrico el oro cobra propiedades espectaculares que no tienen nada que ver con las del mundo macroscópico en el que vivimos. Por ejemplo, las nanopartículas de oro pueden activarse con luz para atacar tumores, detectar alimentos en mal estado o hacer reacciones químicas a temperatura ambiente que permiten eliminar gases nocivos del aire.
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Es en esta última aplicación trabaja Goldemar, aplicando la nanotecnología del oro a los filtros en aires acondicionados, coches o las máscaras de gas que usan bomberos, policías, trabajadores y soldados. Por eso para ellos Israel, un país con uno de los ejércitos más modernos del mundo y un gran número startups con base científica, podía ser la tierra prometida. “En Israel hay al menos una máscara de gas en cada casa y además es un mercado que puede abrirte las puertas de EEUU”, resalta Mendoza.
Su empresa empezó teniendo un solo empleado y ahora contrata a cinco. Ya ha logrado cuatro contratos con tantas otras multinacionales europeas, ninguna española. Una de ellas fabrica coches y las otra electrodomésticos. El campo de aplicación es tan novedoso y el desarrollo de nuevas tecnologías lleva tanto tiempo que esas empresas obligan a firmar acuerdos de confidencialidad, en parte para no dar pistas a la competencia, explica el físico.
EL ORO COMO CATALIZADOR
El oro a escalas sub-nanométricas funciona como un catalizador que elimina el monóxido de carbono y los compuestos volátiles orgánicos (VOCs). Estos son emitidos al quemar combustibles fósiles y por eso la industria automovilística está interesada en filtrarlos para hacer coches menos contaminantes. Uno de los problemas de las tecnologías actuales es que los catalizadores no empiezan a funcionar hasta que se calientan a unos 350 grados, es decir, cuando el coche lleva ya un tiempo en marcha, señala Mendoza. Los catalizadores basados en la nanotecnología del oro, al contrario, captan los contaminantes a temperatura de ambiente y desde el primer momento, algo muy útil, por ejemplo, para evitar también las emisiones contaminantes en trayectos cortos, comenta el físico de la UPC. Además, señala, el objetivo es hacer catalizadores más baratos que los actuales, que rondan los 600 euros.
Su empresa empezó teniendo un solo empleado y ahora contrata a cinco. Ya ha logrado cuatro contratos con tantas otras multinacionales europeas, ninguna española. Una de ellas fabrica coches y las otra electrodomésticos
Catalizadores similares pueden ser aplicados a un sistema de aire acondicionado para filtrar gases nocivos en el interior de las casas. “Se ha demostrado que los VOCs no son buenos para la salud y en la actualidad no hay apenas materiales capaces de eliminarlos y los que lo hacen generan subproductos aún peores”, explica Mendoza que dice que, por ahora, su producto no tiene competencia. Y eso que lo descubrió por casualidad.
En junio de 2006, un viernes por la tarde, Mendoza dejó un experimento sin acabar. En aquel tiempo investigaba con nanotubos de carbono para detectar enfermedades en sangre. En lugar de poner la muestra a la temperatura requerida, Mendoza se marchó y la dejó a temperatura de ambiente. Al regresar la semana siguiente en la muestra había unas partículas de unos 45 átomos de oro, es decir, la base de lo que hoy es su catalizador para purificar el aire.
Uno de los últimos interesados en los purificadores de aire de Mendoza ha sido el Ejército de EEUU. El físico señala que representantes del Departamento de Defensa le pidieron que presentase su tecnología en una conferencia que se celebró en Nueva Orleans en septiembre de 2013. A raíz de ella, les contactó un contratista del Pentágono interesado en su tecnología. Ahora, Mendoza está explorando con ellos cómo aplicar su invento a la purificación del aire a bordo de submarinos. “Un submarino nuclear, por ejemplo, se pasa tres meses bajo el agua y sin posibilidad de captar aire”, explica Mendoza. “Actualmente estos vehículos llevan hornos que queman los contaminantes pero el problema es que ocupan mucho espacio”.
El oro se ve de distinto color según el tamaño de sus partículas
Además, en los submarinos que funcionan con diésel, esos hornos suponen un consumo de energía añadido. Las agrupaciones de átomos de oro que hace Goldemar podrían aplicarse en filtros (que fabricaría el contratista) y contribuirían a reducir el espacio necesario para purificar el aire, destaca Mendoza, que también comenzó la colaboración con EEUU tras un viaje organizado por un Gobierno, en concreto la oficina en Washington del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), dependiente del Ministerio de Economía. “El hecho de ir con un Gobierno, independientemente de la política, te permite acceder a sitios donde no llegarías a puerta fría”, reconoce el físico.
Sus próximos proyectos son explorar nuevos materiales y abrir nuevos mercados, como, por ejemplo, materiales inteligentes para la construcción que lleven incorporados catalizadores para purificar el aire.