Técnicos del INTA promueven la construcción de invernáculos subterráneos. Diseñados para resistir fuertes vientos y bajas temperaturas, permiten el extender el cultivo de verduras y hortalizas en otoño y adelantarlo en primavera.
Los intensos vientos y las bajas temperaturas son características indiscutibles del cordón montañoso que forma la Cordillera de los Andes. A pesar de las inclemencias del clima, técnicos del INTA rescatan y ponen en valor la construcción de invernaderos de altura para el cultivo de verduras y hortalizas.
María Lang, especialista del INTA Luján de Cuyo –Mendoza–, destacó la importancia de considerar a los invernaderos subterráneos como “complemento de la huerta, debido a que permiten extender los cultivos durante el otoño y anticiparlos en la primavera”.
Como la luminosidad en la cordillera es mayor, no es aconsejable mantener los cultivos durante el verano, debido a que las temperaturas pueden aumentar hasta niveles perjudiciales para las hortalizas.
De hecho, en la localidad de Uspallata, perteneciente al partido de Las Heras, Mendoza, el INTA junto con una escuela impulsa la puesta en funcionamiento de su huerta escolar, mediante la construcción de un invernadero subterráneo para cultivar verduras y hortalizas en terrenos pocos favorables y en una zona con fuertes vientos y bajas temperaturas.
Los invernaderos subterráneos son complemento de la huerta, debido a que permiten extender los cultivos durante el otoño y anticiparlos en la primavera.
Sin embargo, “en invierno y primavera es una buena opción para la producción de los plantines o almácigos que luego serán trasplantados a la huerta exterior”, indicó la técnica del INTA y agregó: “Se adelanta la producción y se escapa de las heladas tardías que tanto afectan los cultivos hortícolas en estas zonas”.
Los invernaderos de altura o subterráneos son muy útiles para zonas muy frías y muy ventosas. “Al estar enterrados combinan los principios de calentamiento solar pasivo con una estructura protegida por la tierra”, señaló Lang y explicó: “Gracias a que su construcción implica que estén enterrados, no son tan castigados por los fuertes vientos (con ráfagas) que se presentan en zonas como Uspallata”.
Una opción para las huertas de la cordillera
Para su construcción es necesario tener en cuenta que debe tener una profundidad de 40 centímetros, sobresale un metro del suelo y sus paredes son de adobe pegado con cal e incluye columnas de hormigón. La estructura que sostiene el techo se arma con hierros –que se unen a las columnas–. Todas las paredes deben tener ventilación –para evitar el sobrecalentamiento del interior– que se puede lograr con caños de PVC embutidos.
“Es importante tener en cuenta que la cubierta plástica debe ser colocada en un solo paño, para evitar el solapamiento y la entrada de viento por las uniones que generarían el levantamiento o rotura del plástico”, recomendó Lang.