publicado en La Nación, BAires – 26 julio 2017
Producción de carne
Diariamente, el sector ganadero, al que pertenezco desde hace más de medio siglo, asiste como espectador a una seguidilla interminable de declaraciones oficiales, congresos, conferencias, reuniones de miembros de cadenas de producción, que exteriorizan opiniones optimistas teñidas de voluntarismo extremo.
Muy lejos de la realidad que vive el productor de carne vacuna, que observa azorado la distancia que existe entre la clase dirigente y quien camina diariamente entre el barro y la inundación, para salvar sus vacas, o ayudarlas a parir.
Existe la sensación de que quien vive en el campo está en un paraíso, protegido por sectores políticos que bajaron las retenciones y con ello llegó la felicidad plena para un sector que pasea en camioneta.
Pero no es así. No he leído ninguna ponencia que para aumentar la producción de carne y tener como consecuencia excedentes de exportación debería modificarse absolutamente la infraestructura agraria. Día tras día se agrava el problema del personal que se radica en pueblos y ciudades.
El productor queda solo y sin ayuda, y el empleado huérfano de apoyo oficial para la educación de sus hijos. Los caminos intransitables no permiten recoger los chicos para concurrir al colegio y a las maestras para llegar. Los ideólogos de escritorio instrumentan cartas de porte por Internet para el traslado de granos, y el productor por supuesto carece de señal.
Y no detallaré la obsesiva persecución de organismos fiscales al contribuyente, como si fuera un infractor consuetudinario, al que por principios no escritos merece ser perseguido. Es este el cuello de botella que debe ser tenido en cuenta antes de poner en práctica proposiciones distantes de la realidad diaria.
Manuel J. Campos Carlés
DNI 4.316.033