Destrucción de la fauna y flora marina, pocos puestos de trabajo y afectación negativa del turismo, son algunos efectos de la cría intensiva de salmón que habitantes, ambientalistas, científicos, economistas y hasta el cocinero Francis Mallmann denunciaron frente al canal Beagle, al tiempo que exigieron una ley provincial que prohíba este tipo de producción en Tierra del Fuego.
Desde media mañana los pobladores locales comenzaron a acercarse al almuerzo que Mallmann ofreció para acompañar la lucha que la comunidad sostiene desde marzo de 2018 contra el proyecto de instalación de las jaulas de criaderos de salmón en las aguas del canal de la empresa Innovation Norway, que actualmente se encuentra frenado.
Envueltos en el humo preparado sobre la nieve, donde se cocinó la centolla -crustáceo típico de estas latitudes-, Mallman señaló que “más allá del Beagle, se trata de parar los criaderos en todo el mundo”, y añadió que “hace un tiempo que sostengo que en 30 años no vamos a estar comiendo casi carne o pescado por la forma en la que estamos pescando y produciendo” en la actualidad.
Fue Gustavo Lovrich, biólogo e investigador de Conicet, quien describió esos daños producidos, en este caso por las salmoneras: “Existen pocos estudios sobre el impacto a la salud, pero a priori se puede inferir que los salmones de criadero reciben los mismos antibióticos que los humanos, por lo que pueden generar resistencia en nuestros organismos”, apuntó.
Y continuó: “Sobre el medio ambiente el impacto es realmente alto. En principio hay una pérdida de la biodiversidad, por otra parte, el volumen de la orina cuando hay criaderos intensivos es muy grande y, además, tiene nutrientes que hacen crecer algas tóxicas, lo que a su vez genera uso de herbicidas para controlar las algas”.
“También -detalló el científico- estos salmones tienen enfermedades que transmiten a las especies salvajes y es muy frecuente que se escapen los salmones de las jaulas depredando especies nativas y compitiendo por los alimentos. Por ejemplo, comen sardinas y anchoítas como nuestros pingüinos”.
Desde el punto de vista económico, Juan Ignacio García, coordinador de la Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, explicó que “de instalarse aquí la empresa noruega, lo que se haría es el ‘engorde’, lo que demanda un uso intensivo de los recursos naturales, pero esta tarea genera pocos puestos de trabajo”.
García señaló que “a esto habría que sumar que la destrucción ambiental haría disminuir el turismo, actividad de la que viven directa o indirectamente el 50 por ciento de las familias de Ushuaia”.
Ramón Navarro, activista de Chile, donde la industria del salmón representa una actividad económica de importancia, sostuvo que “a nosotros no nos preguntaron si queríamos esta industria, ustedes tienen la posibilidad de frenar su instalación si se unen”.
La última crisis ambiental causada por esta industria fue un boom de microalgas debido al aumento del amonio liberado por el excremento de los peces, lo que provocó la muerte de 37 mil toneladas de salmones que se tiraron al mar a unos 70 kilómetros de la isla de Chiloé (al sur de Puerto Montt) después de lo cual aparecieron 343 ballenas muertas y otros animales como crustáceos, moluscos, aves y lobos marinos.
De la conferencia participaron, además, Marina Sasso, de la organización Sin Azul no Hay Verde, quien recordó que “si bien desde mayo hay un proyecto en la Legislatura fueguina para prohibir los criaderos intensivos de salmón, la ley sigue sin ser aprobada”.
También estuvieron presentes Augusto De Camillis, buzo local, quien proyectó imágenes actuales del canal y describió las aguas de los mares después de los criaderos; Víctor Varas, representante de la comunidad yagán, que remarcó la importancia en su cultura originaria de los lobos marinos, especie amenazada por las salmoneras; y Agustín Fox, director de Patagonia Argentina.
MDZ