EN 10 AÑOS SE CALCULA QUE SE ACOTAN LOS YACIMIENTOS
Pedro Martín, en El Cofidencial, escribe
,Las baterías de iones de litio podrían tener sus días contados, pues si consideramos el ritmo de crecimiento en la demanda de vehículos eléctricos a nivel mundial, hay quien habla de reservas de litio para unos 10 años, y ahora la pugna de los gigantes del automóvil gira en torno a asegurarse litio, lo más sostenible posible, para esta próxima década. O dicho de otra manera: el litio se acabará antes que el petróleo si las previsiones no fallan.
La obtención del litio está muy localizada en unos pocos países, lo que contribuye al alza de precios.
Pero que el litio se acabe no supondrá que sucumban los vehículos eléctricos, ya que las baterías de estos introducirán sucesivamente avances que hoy ya atisbamos, pero que realmente no alcanzamos a imaginar. Porque, además, el problema de las baterías de iones de litio no radica solo en la escasez del litio, sino en el incremento constante del precio de este material a medida que aumenta, en progresión geométrica, la demanda de baterías, una subida que arrastra de paso a los otros metales necesarios para fabricar la mayoría de las baterías de los eléctricos actuales: níquel, cobre, aluminio, cobalto, manganeso… Por no hablar de las llamadas tierras raras, denominadas así, entre otras razones, por su escasez.
Precios desbocados
No hace tanto, pongamos tres o cuatro años, cuando hablábamos con directivos del sector del automóvil defendían en muchos casos el futuro del vehículo eléctrico basándose, entre otras razones, en su precio cada vez más aquilatado, una previsible disminución de las facturas motivada principalmente por la paulatina bajada del coste de sus baterías: si en 2010 cada kilovatio hora de capacidad costaba 1.160 dólares, en 2018 había bajado a 176 dólares/kWh, y muchos empezaron a pensar en la barrera de los 100 dólares por kWh como el punto a partir del cual el vehículo eléctrico se generalizaría: si, por ejemplo, la capacidad bruta de una batería es de 80 kWh, 8.000 dólares de coste de producción (7.650 euros) corresponderían a su batería. Pero aquella bajada incesante se frenó en seco, y en los últimos tiempos, con la crisis de las materias primas, la tendencia es la inversa, pues esa misma batería habría pasado a costar 12.000 o 13.000 euros (11.480 o 12.440 euros), y en breve podría rondar los 15.000 posiblemente (14.350 euros). Lo malo es que esos mismos directivos, que en 2018 eran optimistas, vaticinan ahora algo muy preocupante: “Ya no volverán a bajar nunca”
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Por todo ello, los Laboratorios no descansan y están ideando nuevas salidas tecnológicas
Aunque durante años se ha intentado desarrollar una alternativa fiable y económica el litio, no ha sido hasta recientemente que se ha podido ofrecer otro tipo de batería que fuera fiable, duradera y suficientemente barata de producir a gran escala.
Las baterías de ion-sodio, según su fabricante, contemplan recargas de hasta el 80% de su capacidad en apenas 15 minutos y prometen una alta densidad de energía y una buena estabilidad térmica en multitud de escenarios. Esto último es especialmente importante y una ventaja con respecto al litio, que pierde rendimiento cuando hace mucho calor o mucho frío.
La primera generación de baterías de sodio tendrá una capacidad de 160Wh/kg y están pensadas para coches. Están lejos de las actuales medias de densidad que alcanza el litio, de entre 200 y 250 Wh/kg, pero CATL asegura que podrán mejorar su capacidad en futuros modelos. La segunda generación ya está siendo desarrollada con los 200 Wh/kg como objetivo.
Otro de los puntos fuertes del sodio es su funcionamiento similar al litio. Las baterías construidas con ambos elementos funcionan mediante el desplazamiento de iones entre cátodos y ánodos. Por desgracia, el sodio tiene partículas de mayor tamaño que requieren una mayor estabilidad estructural y cinética en sus componentesi
Este último punto hace que su uso en dispositivos de menor tamaño, como móviles, tablets, cámaras o videoconsolas, aún esté lejos.
La primera hornada de baterías de sodio producida a gran escala se espera para el año 2023 y China es el país que más está apostando por su despliegue.