Jesús Mazariegos: «Mi vida con parkinson no es normal del todo, pero es más normal que la de muchos normales»
«Mi vida con parkinson no es normal del todo, pero es más normal que la de muchos normales», asegura Jesús Mazariegos, pintor, crítico de arte y presidente de la Asociación Parkinson Segovia. Y sin embargo, pese al deseo de normalidad, lo cierto es que la vida y la obra de Mazariegos son excepcionales. Como excepcional es la exposición en la que participa, a propuesta de la también artista Marisol Díaz Escaño, presidenta de la Asociación Parkinson Nervión Ibaizabal ACAPK, a caballo entre Bilbao y Segovia.
‘Miradas’, que así se llama la muestra, son los retratos realizados por estos dos artistas a sus compañeros de asociación, todos ellos afectados por el parkinson. Después de exponerse en Barakaldo se puede ver estos días, hasta el 12 de mayo, en el Bar Santana y en el Bar San Martín de Segovia. «En los bares los cuadros los ve más gente que en las galerías», afirma el crítico de arte Mazariegos. Especialmente gente joven. «Los jóvenes parece que viven solamente pendientes de un cierto hedonismo, que está muy bien, pero el mundo no es perfecto», advierte Mazariegos.
Marisol añade que «todos los eventos que hacemos es para dar a conocer a la sociedad la enfermedad» y pide a quienes no la sufren que sean un poquito cautos, que se pongan en la piel del otro y que no prejuzguen, porque pueden hacer muchísimo daño. Para la presidenta de ACAPK, de esta iniciativa cabe aprender «que los valores materiales no tienen tanta importancia, que lo importante es saber llevar con dignidad una enfermedad como ésta. Que hay que aprender a ser persona y a darse cuenta que nadie está libre de estas cosas. Y que tenemos que aprender a ser solidarios».
«Está bien caminar todos los días, pero nada de maratones…»
La exposición ‘Miradas’ no es solamente una serie de retratos de gran calidad artística: al carbón los de ella, llenos de color los de él. A Marisol le pareció una buena idea que los retratados también participaran. Para ella, lo más bonito es que ellos expresan sus sentimientos, sus alegrías y sus tristezas. Como Gloria, que confiesa que no asimila su enfermedad; o Conchita, que piensa mucho en cómo estará el día de mañana y se aferra a la fé. Antonio reconoce que la enfermedad le ha cambiado la vida en todos los sentidos. La mayoría de los retratados transmiten optimismo, agradecimiento por las personas que el parkinson ha permitido conocer, el valor de la amistad.
También hay sentido del humor. Pepe trata de tú a tú a la enfermedad, pero con respeto. Le llama «señor Parkinson», y ha aprendido a no llevarle la contraria. Por ejemplo, intenta no querer correr cuando se bloquea, ni aficionarse a arreglar relojes o a robar panderetas. «Está bien caminar todos los días, pero nada de maratones…», aconseja.
A Jesús Mazariegos le parece fundamental reírse hasta de su sombra para asumir la enfermedad. Cuenta cómo una vez un grupo de parkinsonianos, al llegar a un hotel, se dijeron: «¿Habéis visto qué gente más rara hay aquí?». Incluso se toma con filosofía el que a sus retratados no les gusten sus cuadros, «no se reconocen». Da igual, porque cada uno se va a llevar el suyo de regalo.
Mazariegos es como sus cuadros: enérgico, alegre, optimista, lleno de vida, excesivo, interesante, bello. «Me duele la cara de ser tan guapo», se ríe. Él es de los que prefiere tomar el máximo de medicación permitida, aunque ello le dificulte controlar sus impulsos. «Prefiero ir a los sitios, aunque me bloquee, aunque los taxistas me tomen por borracho», dice. También conduce, incluso aprieta el acelerador. Este crítico de arte y ex profesor de la UNED reconoce que ahora pinta con menos detalle, pero se siente más libre a la hora de escribir. Diagnosticado de parkinson se hizo la tesis doctoral de historia del arte.
«Con la salud, ni se juega, ni se especula»
En el texto que complementa su retrato, Marisol aprecia vivir el día a día: «Mis proyectos ya no se hacen esperar como antes. Es como una carrera contra reloj y contra pastilla, contrapastilla y contrarreloj. Marisol confía en que la ciencia avance. Y recuerda uno de los lemas de su asociación: «No pedimos la luna, pedimos la cura».
En estos días de crisis, recortes y ajustes, desde las asociaciones de parkinson confiesan sus miedos a que la sanidad pública no garantice sus tratamientos, a que la ciencia se pare. Mazariegos no sólo se preocupa por sí mismo, sino por su hija, que también es enferma crónica. «Con la salud, ni se juega, ni se especula», sentencia Marisol.
Aunque en principio no está previsto, Marisol no descarta que esta exposición se amplíe a asociaciones de parkinson de otras ciudades, con las que están en contacto a través de las carreras, de los encuentros y de las redes sociales. El fin es el mismo, como dice Mazariegos: «Dejar gráficamente visible que existimos y que estamos aquí, que no estamos inútiles del todo, que estamos vivos, que tenemos pasiones, sentimientos y tenemos nuestro arte también. Detrás de cada una de esos retratos hay una vida rota, más o menos, pero a pesar de todo nos aferramos a lo que podemos hacer e intentamos ser felices, incluso con parkinson se puede.
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