Reconoció los problemas en la puesta en marcha y congeló por un año la transición desde el anterior esquema.
WASHINGTON.- La política tiene estas amarguras. Hace un mes, Barack Obama resistió con uñas y dientes la ofensiva republicana que, sin éxito, intentó postergar por un año el comienzo de su reforma de salud . Pero ahora la ineficiencia con la que su gobierno puso en marcha su gran «legado» fue lo que forzó a Obama a postergar por un año uno de los ejes vitales del proyecto.
Acorralado y blanco de la ira de miles de ciudadanos asustados por el futuro de su cobertura médica, el presidente tuvo que comparecer ayer para anunciar que daba «un año más de plazo» para la posibilidad de retener una vieja póliza de seguro médico mientras se aceita la aplicación del nuevo esquema.
«Hemos escuchado a la gente y vamos a hacer esta modificación», admitió el líder demócrata, al poner el pecho personalmente al fuerte golpe que esto significa no sólo para su proyecto, sino, también, para su credibilidad.
La puerta que ahora se abre atenta contra la esencia del sistema por el cual tanto luchó políticamente el presidente. Su nuevo modelo de seguros de salud se basa, precisamente, en lograr la adhesión de un gran número de personas.
El anuncio de ayer juega en contra de la intención de apurar la decisión popular en favor del nuevo esquema, según entendían quienes siguen el tema.
«Es postergar todo por un año», admitió Stephen Reynolds, experto en política de salud, a la cadena CNN.
En rigor, el triste giro de ayer de Obama fue sólo un reconocimiento de lo mal que van las cosas. En las semanas que lleva el programa, apenas poco más de 100.000 norteamericanos se inscribieron, cifra que se considera paupérrima. Las expectativas más conservadoras eran, por lo menos, cinco veces mayores.
«Hemos tenido tropiezos en la puesta en marcha del plan», admitió el presidente. Lo hizo en una larga conferencia de prensa, de casi una hora de duración. Tan extensa y cargada de reflexiones que en las redes sociales se la caracterizó como una «sesión de terapia» del presidente.
Mucho menos contemplativas, las voces republicanas salieron a hacer leña del árbol caído. «Lo mejor que puede ocurrir con esta ley es que la dejen sin efecto por completo. Es una verdadera calamidad», sostuvo el republicano que preside la Cámara de Representantes, John Boehner.
«Ya [el ex candidato presidencial] Mitt Romney decía que esto iba a ser un fracaso y todo se está cumpliendo paso a paso», se jactaban cerca del comité del partido opositor.
Los problemas de la reforma de salud han sido muchos desde que comenzó a funcionar formalmente. Entre los más graves figura el pánico en el que entraron miles de norteamericanos al comprender que su cobertura médica quedaba en un «limbo» del que nadie se hacía cargo mientras abandonaban su vieja póliza por apostar a una nueva del «Obamacare».
«Están jugando con la salud de miles de norteamericanos», dijo Sarah Wilkinson, de la Asociación de Consumidores de Filadelfia, al clamar contra lo que llamó «la letra pequeña» del nuevo esquema.
Obama no pudo hacer más que entregarse de manos atadas. «Está claro que muchos de nosotros no sabíamos los problemas que había», admitió. En el acto llovieron críticas sobre su capacidad de gestión.
Las marchas y contramarchas con el seguro de salud no sólo han sido una pesadilla para miles de ciudadanos de a pie, sino, también, empiezan a proyectar una sombra de temor sobre el impacto que podrían llegar a tener en una futura candidatura demócrata a la Casa Blanca.
«Si esto no se soluciona a tiempo, perjudicará indudablemente al futuro candidato demócrata a la presidencia», decían ayer en la cadena Fox, de conocida simpatía con el Partido Republicano.
La conjetura es que una de las candidatas con más base popular podría ser la ex secretaria de Estado Hillary Clinton. Desde esa perspectiva, no pocos llamaron la atención sobre el hecho de que el propio Bill Clinton disparó sobre los errores de la reforma de Obama.
«No hay duda de que ya empezó la campaña de Hillary», fue la ironía que se repitió en Twitter.
Conjeturas aparte, fue un día amargo para Obama. Personalmente tuvo que sacrificar uno de los ejes de su proyecto estrella. Una cuchillada en momentos en que pierde credibilidad y apoyo popular con uno de los temas más sensibles para la sociedad norteamericana.
UN DURO MEA CULPA
Barack Obama – Presidente de Estados Unidos
«Soy el responsable. Fracasamos en el lanzamiento de esta reforma»
«Hemos tenido tropiezos en la puesta en marcha del plan»
«Hemos escuchado a la gente y vamos a hacer esta modificación»
«Entiendo que la población esté frustrada. Yo lo estaría también»