NUEVO PRESIDENTE DE LA NACIÓN. CIENTÍFICOS PREOCUPADOS (Ver Nota «aggiornada»)

 

NOTA DE DCA

ARGENTINA – Frente al inminente paso de nombrar nuevo Presidente, se fueron escuchando comentarios y declaraciones del mundo científico.

Quedó flotando en el ambiente una cierta sensación de angustia frente al futuro desconocido.

 La publicación «El Cable», de la Facultad de Ciencias Exactas, publicó una serie de entrevistas a investigadores y gente ligada a las actividades afines.

Realizadas con un sentido informativo, sin connotaciones agresivas – alguna con fervor, otras más objetivas – esas entrevistas tratan de hacer una síntesis sobre lo realizado hasta el presente, insinuando la necesidad de mantener, e incluso superar , lo alcanzado en este campo.

Hubiera sido de interés que los equipos de propaganda, de  los dos candidatos interesados,integraran, cada uno, una importante Comisión Científica que ayudara a clarificar en este importante campo.

Ahora, los tiempos ya están jugados…

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(Y EL ALMA VOLVIÓ AL CUERPO…)

Finalmente, a los pocos días de su triunfo, el Presidente electo levantó su pulgar…: Don Lino Barañao continúa al frente del Ministerio de Ciencia. 

Importante y sagaz paso de Mauricio Macri. Acalló las aguas. Tiempo habrá para hacer balances. Por ahora a desempolvar papers y justificar presencia.

 

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Fuente: El Cable Nro. 878

Testimonios de investigadores
Ciencia, política, futuro
Con el balotaje del 22 de noviembre como telón de fondo, el Cable siguió adelante con su convocatoria a la comunidad científica para que expresen su parecer sobre la situación actual de la ciencia y la tecnología en la Argentina y sus perspectivas a futuro. A los textos ya publicados en el número anterior se suman ahora las opiniones de Alicia Dickenstein, Silvina Ponce Dawson, Carolina Vera, Beatriz Aguirre-Urreta y Sara Aldabe Bilmes.
Alicia Dickenstein. (Matemática. Profesora Exactas UBA, investigadora del CONICET).

El hecho más novedoso para la ciencia argentina es que en estos últimos años los científicos hemos pasado de ser invisibles a ser actores sociales.

Nuestro país tiene, desde hace ocho años, un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, creado con el fin de incorporar la ciencia y la tecnología al servicio del desarrollo económico y social del país. Un científico fue puesto a la cabeza de este Ministerio.

El reconocimiento de la sociedad a los científicos ha ido también unido a la presencia de los científicos en la transmisión de nuestros conocimientos a través de múltiples actividades y medios y en la transferencia de estos conocimientos a los desarrollos tecnológicos.

El CONICET pasó de 2000 becarios en el año 2002, a alrededor de 9000. También se pasó, en este período, de un promedio de unos 200 doctores recibidos por año, a 1100 doctores en el año 2014. Desde el 2003 dejamos atrás la desgraciada emigración casi inmediata de nuestros graduados. Nuestro país tiene doctorandos e investigadores jóvenes, que desarrollan investigaciones a nivel internacional, que incluyen la fabricación de satélites, de vacunas, etcétera. Es una gran alegría para mí ver hoy en día la actividad pujante en el Departamento de Matemática de la facultad y de distintas universidades del país.

Pero si bien muchos de estos avances son irreversibles, es imprescindible una continuidad para que este proceso de crecimiento pueda afianzarse y se puedan mejorar los problemas actuales. Es necesario ampliar la infraestructura al nivel del crecimiento de los investigadores en las universidades, la transferencia, la federalización y el presupuesto global. Un apoyo sostenido en el tiempo es crucial para recoger los frutos y para consolidar nuestro sistema científico y tecnológico, que tiene aún muchas fragilidades. Este apoyo también debe ser para educar a la sociedad en su conjunto en temas científicos, en un pensamiento crítico, en el desarrollo de capacidades creadoras.

Es fundamental impulsar la ciencia aplicada en el país, pero el desarrollo sostenido de la ciencia básica también es crucial. La desaparición de áreas de investigación pura puede tener en el mediano y largo plazo consecuencias negativas sobre ramas aplicadas. Una visión a corto plazo y buscando réditos inmediatos puede perder esta perspectiva.

No creo en el fin de las ideologías. Para mí sigue habiendo una línea divisoria entre quienes priorizan la gente y quienes priorizan el dinero.

Silvina Ponce Dawson. (Física. Profesora Exactas UBA, investigadora del CONICET).

Soy física. Inicié mi doctorado en 1984 con beca de CONICET. Para postular a la beca llené un formulario de la SIDE. Por suerte llegó la democracia y no fue tenido en cuenta. En 1989 partí a Estados Unidos con mi familia a “posdoctorear” con beca externa de CONICET. Allí fui tratada de “zángana” junto con los otros becarios externos por parte de las autoridades que Menem puso en el CONICET.

Volví a Argentina en 1994 a trabajar en la FCEyN. Poco después Cavallo mandó a una científica a lavar los platos y así nos mandó a todos los que protestamos y cortamos la calle. En marzo de 2001 López Murphy quiso encauzar la economía con un enorme recorte presupuestario a la universidad. Volvimos a la calle. López Murphy renunció. Igual, nos rebajaron el sueldo un 13%, junto al resto de los empleados públicos y los jubilados, previendo que así se llegaría “bien para cumplir el déficit cero” a fin de año. El fin del 2001 llegó pero no como lo había previsto el secretario Sturzenegger. Con mi familia nos volvimos a ir. Muchos otros científicos también. Algunos nunca volvieron.

En 2003 comenzó una transformación que de a poco nos fue cambiando el humor. La educación, la ciencia y la técnica dejaron de ser variables de ajuste. Se repatriaron más de mil científicos. Se aumentó la inversión. Se creó el Ministerio de Ciencia, Canal Encuentro, Paka-Paka, TecTV. Se entregaron millones de netbooks. Se incentivó el estudio de las ingenierías y las ciencias exactas. Aumentó el número de nuestros estudiantes. Ahora también salimos a la calle pero para pasear por Tecnópolis, para maravillarnos con el desarrollo de satélites o radares propios en las muestras que acompañan los actos públicos, y, desde el último sábado, para visitar el nuevo Centro Cultural de la Ciencia.

En estos años pasamos de la supervivencia a la discusión de cómo crecer. Empezamos a pensar a largo plazo, a discutir cómo evaluar los aportes en desarrollo tecnológico, algo inédito, acostumbrados como estábamos a la ciencia básica. Porque si algo caracterizó este revivir de la ciencia es que no sólo se apostó a un aumento notable en recursos humanos sino que se incentivó la transferencia tecnológica, la articulación con empresas que permitan producir con alto valor agregado. El sistema científico no sólo quiere que avancemos la frontera del conocimiento por curiosidad. Nos propone abordar temas estratégicos, instalarnos en el interior, popularizar la ciencia. Yo quiero seguir creciendo así. En esto no dudo.

Carolina Vera (Climatóloga. Profesora Exactas UBA, investigadora del CONICET).

Mucho se ha venido diciendo en estas últimas semanas sobre los logros alcanzados en estos últimos años en nuestro sistema científico y tecnológico, y es entonces difícil dar otro testimonio sin pecar de reiterativa. Pero sí puedo transmitir mis sentimientos personales como docente de la UBA e investigadora del CONICET y que seguramente resuenen en otras compañeras y compañeros. Puedo decir que en 30 años de actividad que se iniciaron como ayudante de segunda primero, y becaria de CONICET después, en estos últimos años por primera vez me sentí incluida en este país, al recibir un salario digno y al poder acceder a recursos importantes para poder realizar mis investigaciones. También me sentí útil, porque además de haber podido profundizar mis investigaciones y la formación de nuevos investigadores, en mi caso relacionados con el clima, tuve y tengo la posibilidad concreta de aplicar mis investigaciones a través de vinculaciones fuertes y sólidas con organismos como el Servicio Meteorológico Nacional, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sostenible, entre otros.

Sé que hay todavía unas cuantas deudas pendientes, y que queda mucho por hacer para consolidar y proyectar el crecimiento e inversión del sistema nacional de Ciencia y Tecnología; profundizar su federalización; fortalecer el desarrollo de una agenda científica amplia tanto en las áreas básicas como aplicadas; aportar a la solución de importantes problemas pendientes como son los socio ambientales que aquejan a nuestro país, por nombrar algunos.

Pero tengo en claro que los logros fueron posibles y los desafíos futuros se alcanzarán si existe como hasta ahora un proyecto nacional que considere a la ciencia y a la tecnología como un pilar necesario para el desarrollo social-económico inclusivo de nuestro país. Por el contrario en un país con ausencia de un Estado fuerte y su destino en manos del mercado, esto no es posible que ocurra. Es por eso que creo que es indispensable y necesario que en este balotaje votemos a Scioli-Zannini para garantizar la continuidad del camino iniciado.

Beatriz Aguirre-Urreta (Paleontóloga. Profesora Exactas UBA, investigadora del CONICET).

Hace unos 40 años, cuando promediaba mis estudios de la licenciatura en Biología, decidí que quería dedicarme a la Paleontología. Podrán imaginar la reacción de mis padres; ya de por sí eran épocas muy difíciles para estudiar en la facultad y la noción que “me iba a morir de hambre” queda plasmada en mis recuerdos. Desde mi ingreso como becaria en el CONICET hice toda mi carrera de investigación en esa institución y toda mi carrera docente en la facultad y hay que reconocer que algo de razón tenían mis padres. No llegué a morirme de hambre, pero sí a cobrar el equivalente a 48 dólares por mes en el CONICET, y tener que cubrir con esos escasos fondos los gastos que implicaban las salidas al campo y los insumos de laboratorio.

En esta última década no sólo se ha dado un fuerte impulso a las ciencias aplicadas, sino a la ciencia toda, incluyendo temas tan aparentemente poco prioritarios como la Paleontología. En la facultad hemos creado una licenciatura en Paleontología, con los primeros egresados en el 2008 que hoy son todos investigadores del CONICET. Nuestros egresados tienen una robusta preparación que, acorde con las exigencias de una disciplina que abarca campos de acción muy disímiles, les permite seguir especializándose en un posgrado o desempeñarse en tareas como actividades en la industria del petróleo, museológicas o de extensión científica.

En 2014 organizamos el 4th International Palaeontological Congress en Mendoza. En este importantísimo evento participaron casi 1000 científicos de todo el mundo bajo el lema “The history of life, a view from the southern hemisphere”. Es impensable organizar un evento de esta magnitud si no hubiésemos contado con el fuerte apoyo de las instituciones nacionales y una masa crítica de paleontólogos que garantizaran su éxito.

Pocos países en el mundo comparten la privilegiada situación de la Argentina, en cuyos suelos hay fósiles de todas las edades y todos los ambientes, que conforman parte del patrimonio de nuestro país. Martin Doello Jurado, primer profesor de paleontología de nuestra facultad y maestro de mi maestro, escribió: “el conocimiento científico del suelo en que se ha nacido es uno de los tesoros de la civilización de un pueblo y forma, en cierto modo, el sustrato físico de la nacionalidad. Un pueblo que vive en un territorio cuya constitución física ignora o conoce sólo superficialmente, es un inquilino y no un propietario de su suelo”.

Sin una política como la que se ha sostenido en estos últimos años, no se habría podido mantener y ampliar el estudio de esta riqueza. El aumento del número de becarios e investigadores, el acceso digital a la bibliografía y las posibilidades de intercambio con los mejores especialistas, han posicionado a la Paleontología argentina en un contexto internacional altamente competitivo. Esperemos que en el futuro podamos seguir contando con políticas que garanticen el desarrollo de la ciencia toda en nuestro país.

Sara Aldabe Bilmes (Química. Profesora Exactas UBA, investigadora del CONICET).

Me sumé al proyecto de reconstrucción de Exactas en 1989, cuando la Facultad era paredes y laboratorios vacíos con un pequeño grupo de soñadores que queríamos hacer ciencia, convencidos de que con nuestro trabajo contribuiríamos a construir un país mejor. En esa construcción colectiva convergimos investigadores de distintas edades, jóvenes graduados y estudiantes. Fue tener un objetivo común lo que nos permitió resistir las épocas duras. Sin esa sensación de pertenencia hubiera optado por la salida individual, emigrar o trabajar para algún organismo internacional.

En 2003, muchos cambiamos la desesperanza por optimismo al ver que nuestros sueños trascendían ciudad universitaria. Por primera vez en mi vida la ciencia era reconocida, más allá del lustre cultural, por su potencial económico y social. Y no eran declamaciones, como en otras épocas, sino acciones concretas. Acciones que sólo podían llevarse a cabo en un contexto político, social y económico como el que se dio en estos últimos 12 años. Porque la ciencia no está desligada de las necesidades y, a su vez, las exigencias del sector productivo y de la sociedad nos abren nuevos interrogantes y nuevas ideas. Basta como ejemplo la relación entre la biología molecular y la búsqueda de desaparecidos y niños nacidos en cautiverio; en un país donde memoria, verdad y justicia no son valores, esta relación que generó conocimiento y resolvió un problema de identidad no hubiera prosperado.

En todos estos años hubo tensiones, divergencias, cambios de rumbo, errores y aciertos en la política nacional y por lo tanto en la política de CyT. Nadie es perfecto. Entre los aciertos, el más relevante es el plan 2020 que, sin ser óptimo, fue diseñado por distintos sectores sociales, económicos y científicos y no por un lobby de investigadores. Una herramienta que nos puso a pensar qué queremos, para qué país y hacia dónde dirigir los esfuerzos. Entre los errores, no supimos transmitir, a los hoy jóvenes investigadores, los valores de la construcción colectiva, de la realización personal a través del bienestar de la sociedad. Para estos jóvenes los logros son el entorno “natural” de su actividad y la orientan hacia el éxito individual, al margen de un proyecto colectivo y un compromiso social.

Construir lleva años; destruir, bastante menos. Muchos mantendremos los sueños de contribuir con la ciencia a un país con inclusión social, con economía y tecnología independientes. Seguiremos cantando como la cigarra.
Fuente: El Cable Nro. 878

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