La papa es uno de los alimentos más nobles y antiguos de la humanidad. El alimento que más se consume en el mundo después de los cereales: el acompañamiento ideal en platos de vegetales, carnes, pescados, se come frita, al horno, al vapor. Se siembra en alrededor de 75 mil hectáreas de Argentina. Pero al 90 por ciento de esas hectáreas las afecta un virus puntual: el PVY (Potato Virus Y), que enferma a los tubérculos y puede llegar a producir pérdidas de hasta el 80 por ciento de la superficie cultivada.
Ante ese problema, hace veinte años, una empresa argentina de ingeniería aplicada llamada Tecnoplant S.A. convocó a un equipo de científicos del CONICET del Instituto de Ingeniería Genética y Biotecnología (Ingebi) para buscar una solución. Se dedicaron durante dos décadas a investigar en conjunto, y crearon una papa resistente al virus PVY. Inyectarlo el virus PVY en la semilla de la papa y lograron que esas papas inoculadas estén protegidas e inmunizadas cuando el virus las ataque. La bautizaron Papa Spunta TICAR.
Esta papa logró ahorrarles a los productores un costo de 45 millones de dólares al año, lo que significa que bajó los costos de producción en un diez por ciento. Spunta TICAR es una solución económica y, además, sustentable, porque para cultivarla se usan muchos menos insecticidas.
“Este desarrollo fue un desafío muy importante para mi grupo. Pudimos transitar todo el camino, desde la investigación en el laboratorio hasta la transferencia a la empresa Tecnoplant, luego con la empresa diseñamos los ensayos necesarios para lograr la comercialización, y ahora podemos avanzar en un nuevo desafío conjunto en el marco de un nuevo convenio, para desarrollar plantas de papa resistentes a otro virus más que impacta en el cultivo de la papa”, indicó Fernando Bravo, científico del CONICET y líder del proyecto del Ingebi.
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