NOSTALGIAS…
Argentina alberga el mayor número de psicólogos per cápita del mundo. La respuesta a este fenómeno hay que buscarla más allá de grandes nombres como Sigmund Freud o Carl G. Jung. Fue, no obstante, un suizo-argentino, Enrique Pichon-Rivière, quien revolucionó la práctica de la psicología social y contribuyó al auge de esta en el país hispanoamericano.
Tomás Guarnaccia, en Buenos Aires
SWISSINFO – Según estadísticas de 2016, Argentina contaba con 198 psicólogos por cada 100.000 habitantes, de los cuales se calcula que el 46% se encuentra en Buenos Aires. No obstante, el país recoge también importantes avances en el tratamiento de la salud mental en el campo de la psicología social, gracias a la trayectoria intelectual y práctica de Enrique Pichon-Rivière (1907-1977).
La clasificación de su obra y sus textos demoró unos cincuenta años. Ahora, finalmente editada, el primer tomo en aparecer en las librerías es el último: ‘Obra completa. Tomo V. Del psicoanálisis a la psicología social 1967-1977‘. Curiosamente, Se empieza por el final, para luego retrotraerse al inicio. Para explicar este pasaje que sugiere el título del libro hay que emprender un viaje al pasado y situarse en una región argentina cercana a Paraguay.
10.000 kilómetros separan Ginebra del primer destino argentino que tuvo la familia de Pichon-Rivière: Chaco. En 1911, una pareja y su hijo de cuatro años se aventuraron por el río Paraná hacia el litoral de la Cuenca del Plata con la intención de establecer una plantación de algodón en la región. La familia se adentró en las profundidades sudamericanas donde, tras adentrarse en distintas ciudades, comenzaron un negocio textil. Así, desde muy pequeño, Enrique se empapó de las culturas indígenas de la región gracias a su estrecho vínculo con los trabajadores rurales.
En 2015, un grupo de investigadores recuperó el único registro de audio existente de la voz de Pichon-Rivière. Hablando de sus orígenes, dice: “Mi lengua natal es el francés, mi segundo idioma el guaraní, y mi tercer idioma el castellano”. Este primer contacto con una cultura y una lengua radicalmente distinta a cualquier otra conocida en Europa, resultó crucial para este joven suizo que más tarde adoptaría la nacionalidad argentina.
Dejando atrás la infancia, Pichon-Rivière viajó a la capital argentina, donde estudió medicina y se especializó en psiquiatría en la Universidad de Buenos Aires. Ya en ese entonces, la estructurada vida académica le resultaba ajena a “Pichon”, como lo llamaban. Algo que, sin embargo, no le impediría llegar a ser, en 1941, uno de los fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina y uno de los pioneros de la disciplina en el país.
Mente y arte
La del suizo-argentino fue una vida vinculada al arte. La salud mental, la creación y la idea de locura fueron faros para su obra. Como cuenta su discípulo Vicente Zito-Lema en una entrevista con la revista Caras y Caretas, “de joven [Pichon-Rivière] quiso ser poeta, pero dejó la poesía y el arte para sólo reflexionar sobre los mecanismos de la creación artística”.
Si la cultura guaraní le insinuó a Pichon-Rivière que el derecho al delirio era algo genuino y posible para una cultura, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé se lo confirmaron en su lengua natal. Fueron sus padres, franceses de nacimiento, socialistas y admiradores de esta poesía, quienes lo introdujeron, de chico, en ambas esferas. No obstante, hubo una figura que se desmarcó del resto, un poeta que obsesionó a “Pichon”: el Conde de Lautreamont.
‘Psicoanálisis del Conde de Lautreamont‘ es un texto clave que reúne varias conferencias brindadas en 1946. Ahí Pichon-Rivière desmenuza la poesía y la vida de Isidore Ducasse, poeta francés nacido en Uruguay que firmó su libro ‘Cantos de Maldoror‘ con un seudónimo nobiliario. Podría pensarse que sus raíces culturales de mixtura europea y latinoamericana unen al doctor y al poeta a través del tiempo. Pero lo cierto es que Pichon-Rivière encontró en el Conde de Lautreamont un emblema de uno de los temas que más le interesaban: la locura, las personas diferentes e incomprendidas.
Su hijo, Joaquín Pichon-Rivière, psicólogo social como su padre y colaborador de Fernando A. Fabris en la reciente edición de su ‘Obra completa’, es uno de los entrevistados por el cineasta Miguel Kohan en el film de 2016 ‘El francesito. Un documental (im)posible sobre Pichon-Rivière‘. En la película, el filósofo reflexiona: “la gente le tiene miedo a la noche, no porque es oscura sino porque se llena de personajes que no se comprenden, que son diferentes. Y lo diferente, en general, genera rechazo”, y Joaquín Pichon agrega que, en ese sentido, “Pichon [padre] era como un protector, alguien que se sentía muy cerca de la noche”.
Además de rondar la bohemia porteña y estudiar poetas muertos, Enrique Pichon-Rivière se relacionó con el arte encarnando este rol de protector de los diferentes. Fue analista de grandes figuras del ambiente artístico como la poeta argentina Alejandra Pizarnik; quien le dedicó un poema, donde escribe: “Soy tu silencio, tu tragedia, tu veladora. Puesto que sólo soy noche, puesto que toda la noche de mi vida es tuya”.
Pichon-Rivière no era un hombre de academia, era un hombre de praxis. Alguien que le gustaba internarse en la noche para tratar con lo diferente. Su visión de la salud mental y su manera de abordar los tratamientos necesitaba de una nueva distancia que permitiera ver a gran escala. Necesitaba una nueva teoría.
Enrique Pichon-Rivière se convierte en la década de 1940 en uno de los miembros fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y en la década de 1950 participó en la creación de la Primera Escuela Privada de Psicología Social y del Instituto Argentino de Estudios Sociales (IADES). Creative Commons
Adiós a la ortodoxia
Vivir el mundo de la selva y conocer una otredad tan radical de chico dejó una huella en Pichon-Rivière. La cultura guaraní incluye la locura como una parte del ser cotidiano. Ahí quien delira no es excluido, es una parte más de un conjunto social que lo contiene. Luego de una crisis existencial tras años de divulgación de psicoanálisis en el país, en los años 50 Pichon-Rivière comienza a cortar sus lazos con los principios de disciplina de Freud para proponer un nuevo acercamiento a la psicología. Sus nuevas teorías, siempre “en construcción” y según las cuales los contextos determinan las subjetividades de los sujetos, delinean la transformación de un terreno poco explorado: la Psicología Social.Con la fundación de la Escuela de Psiquiatría Social en 1953 y el Instituto Argentino de Estudios Sociales en 1955, Pichon-Rivière comienza a divulgar esta disciplina. En 1958 se da un hito: la Experiencia Rosario. Un experimento social donde participaron mil estudiantes de la Universidad de Rosario que tuvo el fin de problematizar la praxis del psicoanálisis a partir de la experiencia comunitaria. Ahí, Pichon-Rivière acuñó el concepto de “Grupo operativo” y su “Teoría del vínculo”, inaugurando así un acercamiento a la psicología completamente innovador y con un enfoque arraigado en un terreno materialista alejado de, por ejemplo, los conceptos del inconsciente colectivo de Carl Gustav Jung, otra figura suiza importante para el psicoanálisis.
De esta manera, sus teorías están, además de adelantadas, en sintonía íntima con los postulados pedagógicos del brasileño Paulo Freire, quien, en los años 60, revolucionó las ideas alrededor de la relación de poder entre el educador y el educado. Para Pichon-Rivière era imposible tratar la psiquis del individuo sin pensar en las determinaciones sociales, políticas y económicas que lo definen. Por eso, también sus teorías terminan por vincularse con las críticas a la inhumanidad del trato en los manicomios que realizaría años más tarde el psiquiatra italiano Franco Basaglia. Desde su destino sudamericano, con ideas acerca de la locura que causaron admiración o rechazo, Pichon-Rivière fue a la psicología lo que sus admirados Poètes maudits franceses fueron a la poesía.
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Nacer en Ginebra, morir en Buenos Aires
La vida de Pichon-Rivière no estuvo exenta de turbulencias. En el tiempo en el que su carrera profesional se alejaba de las bases del psicoanálisis, se separó de Arminda Aberastury, pionera del psicoanálisis infantil y adolescente, esposa y madre de sus hijos. Arminda se suicidó años después, después de sufrir una enfermedad de piel.
Así como su “Teoría del vínculo” propone entender la emergencia de la enfermedad mental como el resultado del interjuego de múltiples factores (biológicos, psicológicos y sociales), los vaivenes de la vida misma de Pichon-Rivière, desde niño a adulto, parecen no poder explicarse si no es a través de esos mismos factores.
A pesar de las luces y sombras de su vida, su obra sigue siendo estudiada en las escuelas de psicología y psicopedagogía de Latinoamérica. Hoy en día, en Argentina cada 25 de junio se celebra el ‘Día del psicólogo social’. De esta manera, tanto el reciente documental sobre su vida dirigido por Miguel Kohan, como la flamante publicación de su ‘Obra completa’ muestran que Enrique Pichon-Rivière sigue vivo hoy gracias a sus ideas.
Editado por Eduardo Simantob y Carla Wolff
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