En 1880, un puñado de mujeres se plantó por primera vez en un cuadrilátero de boxeo. Pero poco después fueron relegadas a participar exclusivamente en espectáculos circenses y debieron librar una ardua batalla hasta conseguir, en la década de 1990, una participación en peleas reales reconocidas por la disciplina del boxeo.
SWI La práctica de la lucha con los puños está extendida en muchos países del mundo y es considerada, según las distintas culturas, como un deporte, arte o disciplina de defensa personal. En el boxeo moderno, la manifestación más famosa y extendida de este tipo de pelea es con guantes y es originaria de Inglaterra, en donde se practicó por primera vez con las reglas que conocemos hoy. Ciertamente, el box se ha considerado siempre un deporte predominantemente masculino, un asunto de mano dura y, para algunos, una actividad marcada por la violencia y la brutalidad.
En el curso de la historia, el género femenino ha estado sólidamente representado y, desde la Antigüedad, los combates con puños encabezados por mujeres eran frecuentes. Pero el fenómeno ha sido poco estudiado y aún es bastante desconocido. Pero, aunque no sin esfuerzo, la mujer ha vuelto a ganar su plaza en este deporte. A continuación, una breve historia:
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A partir de la década de 1880 se registran los primeros testimonios de la existencia de boxeadoras en Suiza. El profesor de gimnasia y esgrima de Lausana, Louis Brun, y su suegro, C. Reynold, ofrecían entrenamiento de boxeo en las grandes salas de Lausana. Pero poco tenían que ver con un entrenamiento de combate real, se trataba más bien de ejercicios de naturaleza artística que retomaban elementos de la gimnasia, la esgrima y la defensa personal.
De acuerdo con los roles de género “naturales” de la época, basados en teorías pseudocientíficas, las mujeres debían velar por su “salud” (de manera sobreentendida, a la “fertilidad” al servicio de la Nación), así que les correspondía una gimnasia “suave” que las convertiría en “señoritas elegantes y llenas de gracia”.
En tanto, a partir de la misma lógica biológica, los hombres debían practicar deportes para diseminar «genes de buena calidad». Una forma de previsión de la salud masculina orientada a la fuerza y al combate que les permitiría asumir su rol de soldados y ciudadanos en favor de «la supervivencia de la Nación». Fue así como los deportes de combate, como el boxeo, fueron encasillados como «masculinos», mientras se entendía que las mujeres que incursionaban en el boxeo podían poner en riesgo su «belleza».
En 1910, se fundaron nuevas academias de boxeo destinadas al público femenino en la Suiza francófona, pero ocuparon un papel marginal en el mundo del deporte y de la gimnasia helvéticos. Las primeras boxeadoras eran, frecuentemente, las esposas o hijas de los entrenadores. Y las academias se orientaban claramente hacia la gimnasia y la danza.
Así, el boxeo femenino fue insidiosamente amortiguado desde el momento mismo de su nacimiento. Es difícil dilucidar el por qué, pero hay desarrollos concomitantes que ayudan a entender y explicar porqué el boxeo femenino quedó desplazado.
Con la creación de la Federación Suiza de Boxeo (FSB), en 1912, la definición y los objetivos del boxeo en Suiza se establecieron con más claridad: un deporte de combate regido por las reglas del modelo inglés y reservado exclusivamente a los hombres.
Además de los estereotipos de género habituales, ya citados, el FSB también se vio influenciado por aspectos nacionales e internacionales. Con respecto a los provenientes del extranjero, fue definitoria la decisión del Comité Olímpico Internacional (COI) de solo incluir el boxeo masculino en sus prácticas.
En lo nacional, las instituciones federales determinaron incluir el boxeo en los programas de formación de la policía y el ejército. Una suma de elementos que confluyó en la promoción y el fortalecimiento de una concepción masculina del boxeo que generó consecuencias económicas y sociales perjudiciales para la difusión del boxeo femenino.
En Estados Unidos, las mujeres boxeadoras constituían un espectáculo. Como las hermanas Gordon, las hermanas Bernett combatían en espectáulos de circo para divertir al público. . Library of Congress
Boxeo femenino, un placentero entretenimiento
A partir de entonces, la presencia de las mujeres quedó relegada a los circuitos marginales del universo pugilístico: con la imagen de mujeres hombrunas desenfrenadas; espectadoras escandalizadas por la rudeza de este combate masculino; actrices de circo y espectáculos de variedades. Siempre presentes en estos espectáculos: una dosis de erotismo y otra más de burla y morbo.
Eran espectáculos que cimentaban aún más los roles de género establecidos. Una dinámica que se reforzó a partir de 1950, en Estocolmo, cuando se decidió ¡incorporar el boxeo a los concursos de belleza! Y más tarde, se franqueó un paso más al crearse el boxeo al desnudo, que no buscaba regresar al ideal antiguo, sino generar nuevas fuentes de ingresos. La indignación colectiva fue grande, pero duró muy poco.
Una larga lucha por la igualdad de género
Posteriormente, se sumaron algunas prohibiciones oficiales que complicaron aún más los combates femeninos con los puños. Pero con la introducción del sufragio femenino, en 1971, y la adopción de un artículo en la Constitución Federal destinado a promover el deporte, el boxeo femenino se abrió paso nuevamente. Pese a los avances registrados, la Federación Suiza de Boxeo solo autorizó su versión femenina a partir de los años 1990.
Sorprendentemente, se ha mantenido la concepción (principalmente masculina) de que es un deporte inapropiado para las mujeres debido a su excesiva brutalidad, concepción que ha seguido vigente pese al correr de los años. Pero también se le ha reconocido como un deporte de gran utilidad para la salud, la adquisición de una buena condición física y la defensa personal. Con estos argumentos en mente, el Boxclub Basel fue el primero en programar, en 1992, un entrenamiento de boxeo y boxeo recreativo para las mujeres.
El año 1996 marcó otro relevante punto de inflexión. Ese año, la atrevida Christina Nigg, primera y actual presidenta de Swiss Boxing, antes Federación Suiza de Boxeo (FSB), subió al cuadrilátero como boxeadora amateur. De hecho, la FSB tuvo que concederle, pese a su reticencia, la licencia de aficionada según las normas internacionales. Niggs Ziel trató de obtener una licencia profesional, pero la federación se la negó. Así que se fue al extranjero a conseguirla y obtuvo las licencias correspondientes en Alemania y Estados Unidos.
Así, luego de una larga lucha contra los prejuicios y en favor de la causa del boxeo femenino, y tras obtener el título de campeona mundial en 1998, Nigg consiguió en 1999 la primera licencia profesional otorgada a una mujer en Suiza. Nigg continúa su lucha por la igualdad de género en el boxeo, ya no pelea con sus propios puños, pero sí esgrimiendo imparables argumentos contra las falsas afirmaciones de que, por ejemplo, el boxeo femenino provoca cáncer de mama u otros riesgos para la salud.
De esta manera, la imagen de las boxeadoras se ha transformado en Suiza. El boxeo femenino pasó de ganar presencia en los albores del siglo XX, especialmente en la región de Ginebra, a frenar en seco su evolución. Luego atravesó los combates circenses y clandestinos teñidos de un reprobable erotismo, para posteriormente adquirir la calidad de una reconocida disciplina deportiva para las mujeres gracias a la fama conquistada a pulso por luchadoras como Christina Nigg o Anyia Seki.
Como otro tipo de temas, la evolución ha tomado más tiempo en Suiza que en otros países, y todavía hay espacio para mejoras: las desigualdades en los ingresos por publicidad, las oportunidades de entrenamiento y las remuneraciones siguen a la orden del día.
Este texto es el resultado de una colaboración con Swiss Sports History, el portal dedicado a la historia del deporte suizo, dedicado a brindar servicios de mediación escolar e información a los medios de comunicación, investigadores y público en general.
Traducido del francés por Andrea Ornelas De un original SWISSINFO