El Archivo Histórico de la Universidad de Buenos Aires es el repositorio de la memoria documental de esta institución. Tiene bajo su responsabilidad la custodia, conservación, organización y difusión de los testimonios escritos producidos por el Rectorado de la Universidad de Buenos Aires.
Por: Prof. María Clementina González
archivohistorico@rec.uba.ar
Los documentos conservados en el Archivo resultan fundamentales por su valor como fuente para el estudio y conocimiento de la institución.
Su acervo documental se ha conformado como producto de la evolución institucional de la UBA desde su fundación, en el año 1821.
El propósito del presente artículo es mostrar, a través de la lectura de los documentos que constituyen el acervo patrimonial del Archivo Histórico, la inserción de las mujeres en la Universidad de Buenos Aires a fines del siglo XIX y principios del XX, y mostrar las dificultades que debieron afrontar a causa de un contexto histórico sustentado en la centralidad de los hombres.
Desde la creación de la Universidad de Buenos Aires, en el año 1821, hasta la primera graduada de la Facultad de Ciencias Médicas, Cecilia Grierson, transcurrieron más de sesenta años.
Las primeras universitarias egresadas de la Universidad fueron médicas.
Tal vez porque la medicina y la enseñanza impartida en las escuelas normales para la formación de maestras constituyeron las dos orientaciones “naturales” donde las mujeres desarrollarían su vocación. En efecto, la Medicina, en cualquiera de sus dos vertientes -Obstetricia y Farmacia-, era la carrera que mejor se ajustaba a la “naturaleza” femenina. De este modo, el ingreso de las mujeres a la UBA se dio en el marco de una significativa división de género en el campo del saber.
En 1885 se registró la primera egresada de la carrera de Farmacia: Elida Passo, hija de un farmacéutico quien, luego de graduarse, intentó matricularse en la carrera de Doctorado en Medicina. En un principio, su inscripción fue rechazada por el Rector. Finalmente, no logró graduarse pues falleció de tuberculosis mientras estudiaba.
La primera mujer en terminar el Doctorado en Medicina fue Cecilia Grierson, en 1889. Preocupada por los problemas de su tiempo y siendo aún estudiante, ayudó a las víctimas de la epidemia de cólera que azolara a la ciudad de Buenos Aires. Por impulso de su propia experiencia, fundó la primera Escuela de Enfermeras en el país al año siguiente de su egreso. Posteriormente, fundó la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios, que luego se incorporaría a la Cruz Roja.
La segunda médica diplomada en Buenos Aires fue Elvira Rawson, en 1892. Durante la Revolución del Parque, siendo aún estudiante, estableció junto a otros compañeros un hospital de campaña para atender a los heridos. Comprometida políticamente, participó en la Unión Cívica primero y más tarde militó en las filas de la Unión Cívica Radical.
Otra mujer destacada fue Julieta Lanteri, graduada en Medicina en 1907. También ella se atrevió a ingresar en el mundo de la política: en 1919 fundó el Partido Feminista Nacional y, aún cuando no existía el derecho al sufragio femenino, se presentó como candidata a diputada en elecciones nacionales.
Un rasgo que caracterizó a estas mujeres fue el hecho de que no sólo desempeñaron su profesión, sino que en todas ellas primó la constante preocupación por la defensa de los derechos de la mujer desde sus diversas orientaciones políticas, imbuidas tal vez por el pensamiento liberal y laicista dominante en la época.
Julieta Lanteri consagró su vida a la defensa de los derechos del niño y a la igualdad jurídica entre varones y mujeres. Junto con Raquel Camaña, fundó el Centro Feminista Socialista (1902), procurando transformar las asimetrías de género. A pesar de pertenecer a diferentes ámbitos de la Universidad -Facultad de Ciencias Médicas y Facultad de Filosofía y Letras-, las dos mujeres se asociaron en un objetivo común: promover y difundir iniciativas para mejorar la situación de los infantes en el país.
Continuando con esta línea de acción, las dos mujeres instauraron la Liga Pro-derechos de la Mujer y del Niño, en 1911, donde sus ideas quedarían plasmadas cinco años más tarde en el primer Congreso Nacional del Niño.
Un caso paradigmático fue Raquel Camaña. En el año del centenario patrio, solicitó primero al Decano de la Facultad de Filosofía y Letras la suplencia de la cátedra libre en Ciencias de la Educación, esgrimiendo como antecedente su monografía “La educación sexual de nuestros hijos”. Como no encontrara una contestación satisfactoria, elevó su demanda al Consejo Superior de la UBA. La respuesta definitiva lleva la firma del Dr. Eufemio Uballes y del secretario M. Nirenstein: “Siendo privativa de las Facultades la atribución de nombrar profesores suplentes de acuerdo con el inc. 4º del art. 32 de los Estatutos, el Consejo Superior se declara incompetente para entender en la precedente solicitud de la señorita Raquel Camaña”.
En 1914, Alicia Moreau egresó de la Facultad de Ciencias Médicas con diploma de honor. Al igual que sus pares, aunó la medicina con la actividad política canalizando sus preocupaciones sociales en el Partido Socialista, espacio que le permitió involucrarse en la lucha por los derechos de la mujer.
Tal como estaba planificado, el Primer Congreso Americano del Niño vio la luz en el mes de febrero del año 1916. Julieta Lanteri, al frente del Comité Ejecutivo, y Raquel Camaña y Alicia Moreau, secretarias generales, invitaron al Rector de la Universidad a participar del mismo en conmemoración del centenario de la Independencia Nacional.
La doctora Lanteri expresó en su nota de presentación las motivaciones que llevaron a la convocatoria: “El Congreso Argentino del Niño realizado en momentos trágicos para el mundo, debe mostrar nuestra íntima capacidad para abordar el problema del porvenir, que nos pertenece, y la fortaleza de nuestro espíritu para realizarlo. El estudio del Niño es el más fundamental y profundamente humano que en él puede caber; abordarlo con amor y sinceridad y con el concurso y el esfuerzo de la mayoría, es ya de por sí la mejor manera de demostrar nuestra preparación y asegurar nuestro éxito”.
Los intentos de las primeras médicas para acceder a la docencia universitaria o a la investigación -ámbitos profesionales negados al desempeño femenino- pusieron de manifiesto las dificultades que debieron sortear en el campo del conocimiento. Aquellas que alcanzaron la docencia universitaria, lo hicieron en calidad de auxiliares, es decir, en la escala más baja de la estructura académica. Afirmación de lo expuesto es el caso de María Teresa Ferrari de Gaudino, que en 1909 fue designada ayudante de la Cátedra de Anatomía Patológica. A partir de 1915, esta tendencia se fue acentuando. De este modo, los documentos registran, por ejemplo, en la Facultad de Filosofía y Letras, la designación de Adela Nuñez como ayudante de Laboratorio de Psicología; en la Facultad de Medicina, a Lucía Giorgi como ayudante de Laboratorio de Clínica Obstétrica, a Florentina Garcia como asistente de Sala del Hospital de Cínicas, a María Teresa Romero como preparadora del Museo de Farmacología; en la Facultad de Ciencias Económicas, a Leticia Astier de Villate como celadora de la Escuela de Comercio y, por último, el Rector Eufemio Uballes eligió como vocal de la Junta Directiva de la Comisión “Pro-homenaje a Cervantes” a la docente y escritora Emma Day que, paralelamente, desempeñaba una destacada labor al impulsar y divulgar los derechos de la mujer como militante en las filas del Partido Socialista junto a Alicia Moreau, entre otras compañeras de causa.
Cabe señalar que los títulos de las tesis de finalización de la carrera universitaria demuestran una clara preocupación e interés por el conocimiento y el control del cuerpo femenino:
* Cecilia Grierson: “Histero-ovariotomías ejecutadas en el Hospital de Mujeres desde 1883 a 1889” (1889).
* Elvira Rawson: “Apuntes sobre la higiene de la mujer” (1892).
* Lola Ubeda: “La mujer argentina en la pubertad” (1902).
* Julieta Lanteri: “Contribución al estudio del deciduoma maligno”, dedicada a la memoria de su hermana Magdalena (1906).
* Adelcira Agostini: “Contribución al estudio de las pseudometritis” (1910).
* Antonina Freuler: “Inversión uterina” (1910).
* Isabel Kaminsky: “Los niños débiles y enfermos. Su educación” (1911).
* Rosario Berón: “Estudio clínico de las degeneraciones malignas del útero” (1914).
* María Teresa Ferrari: “Contribución al estudio de la medicación hipofisiaria en obstetricia” (1912).
* Alicia Moreau: “La función endócrina del ovario” (1914).
Un hito importante en el proceso de inserción de la mujer en la vida universitaria fue la creación, en 1896, de la Facultad de Filosofía y Letras, donde se permitió a las maestras normales matricularse con el único requisito de su título. La Facultad se orientó a tres carreras: Historia, Literatura y Filosofía. En la primera promoción, del año 1901, de un total de nueve graduados, cuatro fueron mujeres: Elvira y Ernestina López, María Atilia Canetti y Ana Mauthe.
La creación de la Facultad funcionó como un espacio acorde a la “naturaleza femenina”, ya que se suponía que no había necesidad de ejercer la profesión, ni de vivir de ella. De las egresadas, se destacó la tesis de Elvira López: “El movimiento feminista”. El hecho de utilizar el término “feminista”, una audacia para la época, nos evoca por oposición y se contrapone al término dominante “machista”. Elvira, desde otro espacio, coincidió con sus compañeras médicas: la constante defensa de los derechos civiles y políticos para las mujeres, la lucha por la obtención del sufragio y el derecho a ocupar cargos electos.
El ejercicio de sus profesiones constituyó para estas primeras mujeres universitarias un fin en sí mismo: sus reivindicaciones feministas trataron de impulsar cambios profundos hacia la otra mitad de la sociedad, que aún no era considerada CIUDADANA.
La temprana preocupación en la búsqueda de la identidad americana condujo a Ernestina López y a Juliana Dillenius a la elaboración de investigaciones científicas cuya temática se orientaba en ese sentido. Ambas representaron el interés por rescatar el americanismo frente al fuerte acento europeísta dominante: desde la literatura, la tesis de Ernestina López: “¿Existe una literatura propiamente americana?”, y desde las ciencias humanas, la tesis de Dillenius: “Craneometría comparativa de los antiguos habitantes de la Isla y del Pucará de Tilcara”.
En lo que respecta a la Facultad de Derecho, desde su fundación como Departamento de Jurisprudencia, en 1821, hasta la primera egresada, Celia Tapias , y la segunda, María Laura López Saavedra , transcurrió casi un siglo. ¿Qué dificultades debieron enfrentar estas primeras universitarias? La Facultad de Derecho representaba en el ideario de la época un espacio exclusivo y paradójicamente inclusivo sólo para hombres, pues la carrera implicaba un camino seguro para acceder al poder político, destinada a la formación de la élite dirigente, la élite que integraría los cargos de funcionarios públicos. En este contexto político-social, las mujeres no tenían cabida.
Desafiando a sus compañeros de promoción, Celia Tapias se atrevió a escribir el tema de su tesis: “Tutela dativa. Garantías al pupilo en el derecho romano y en la legislación argentina”. Es pertinente destacar cómo desde el Derecho, esta abogada se interesó por el cuidado de los menores de edad que carecían de capacidad civil al conferirle, por medio de un juez, un tutor responsable.
Infancia desprotegida, pobreza, pupilos, mujeres en desigualdad de derechos, segregación social, conformaron los eslabones de una cadena que se rompió solamente a fuerza de ideas debatidas en los múltiples congresos convocados en las décadas del ’10 y del ’20, para luego plasmarlas en acciones concretas.
La Facultad de Ciencias Económicas fue creada en 1913. Seis años más tarde, egresaba la primera mujer con el título de Doctora en Ciencias Económicas: Ángela Bernasconi. El tema de su tesis, al igual que el de sus pares de Medicina, también reflejaba las necesidades económicas e intereses de la época: “El régimen administrativo y económico de los ferrocarriles argentinos”. En la defensa de su tesis recibió la calificación de distinguido.
En la Escuela de Ciencias Naturales, las primeras egresadas Doctoras en Ciencias Naturales fueron Juana Guillermina Dieckmann y las hermanas Axa y Lía Acevedo, en 1912. La tesis doctoral de la primera, “Contribución al estudio de las solanáceas argentinas”, no sólo recibió felicitaciones del jurado, sino también el premio Stroebel instituido por la propia Facultad de Ciencias Exactas y Naturales como reconocimiento a la mejor producción de su promoción.
La primera Doctora en Química egresada de la Facultad se diplomó a los veintiún años: Ángeles Delmon. En 1912, el cuerpo de profesores resolvió adjudicarle medalla de oro, al tiempo que el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación le concedía a la flamante Doctora una beca de $ 150.- para perfeccionar sus estudios en Europa. Los resultados del viaje dieron sus frutos: el Consejo Directivo de la Facultad solicitó al Rector la publicación en la Revista de la Universidad de Buenos Aires de la monografía elaborada en el Laboratorio de Química de la Sorbona, bajo la dirección del Profesor Perrín. En el otro extremo del arco femenino, en 1927 encontramos a la doctora Ángela Chiarelli, designada ayudante de clase del profesor titular de Geometría Descriptiva.
La carrera de Ingeniería de la Facultad de Ciencias Exactas entregó en 1918 el diploma a la primera Ingeniera Civil, la señorita Elisa B. Bachoffen, que al mismo tiempo se convertiría en la primera egresada de América del Sur. La temática de su tesis versó sobre “Instalación de una fábrica de hilados y tejidos utilizando algodón del Chaco”.
En el momento en que se convocó el segundo Congreso Nacional de Ingeniería, en homenaje al centenario de la Universidad, en el salón de actos del Colegio Nacional de Buenos Aires, la ingeniera Elisa Bachoffen, desplegó una destacada actividad en la sección Ingeniería Industrial, siendo nuevamente la primera mujer que participara en un Congreso de esta índole. Presentó un trabajo sobre “Accionamiento de las máquinas textiles por motores eléctricos”, complementado de esta manera el contenido de su tesis.
Siguieron sus pasos, en la década del ’20, su hermana Esther Elena Bachoffen, Clara Maradona, Esther María Ignacia Smith Bunge y María Catalina Negri.
La primera mujer en recibir el título de Arquitecta se llamó Finlandia Elisa Pizzul. En 1927, egresó de la Escuela de Arquitectura de la Facultad de Ciencias Exactas. Alejada del ámbito académico, desempeñó su profesión como funcionaria de varios ministerios públicos. Su relación con la Facultad se reanudará años más tarde como organizadora de la biblioteca, convirtiéndose luego en su primera directora.
En 1904, a instancias del Ministerio de Agricultura, se creó el Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria. Cinco años más tarde sería transferido a la Universidad de Buenos Aires en su calidad de Facultad de Agronomía y Veterinaria.
Las primeras Ingenieras Agrónomas egresadas conformaron un reducido número en comparación con sus pares varones. La llegada de las mujeres al área rural por medio de la docencia, la investigación y la producción fue asimismo la respuesta a un gran esfuerzo por ganar espacio en un ámbito dominado tradicionalmente por los hombres.
En este difícil contexto encontramos a Lía Encalada, quien fuera la primera Ingeniera Agrónoma del país graduada en el año 1927. Entre las escasas egresadas del período hallamos los nombres de María H. Cúneo Krey, Florinda Ibarra y Mabel Mira.
Una mención aparte merece la Ingeniera Agrónoma Clotilde Jauch, diploma de honor de su promoción, que gracias a su talento y fuerte personalidad logró alcanzar, en 1937, la titularidad como docente en la cátedra de Fitopatología. Asimismo, como investigadora fue recordada y reconocida por todos sus discípulos.
La década del ’30 registrará en la Facultad las primeras Médicas Veterinarias. En el mes de julio de 1936 se graduó la joven Amalia Pesce de Fagonde, quien desde sus comienzos se abocó a la investigación en el área de la microbiología. En diciembre de ese mismo año, María Teresa Pausecchi de Marzoratti, diploma de honor, dedicó su vocación a la docencia, pues inició la carrera en la cátedra de Clínica de Animales Pequeños, primero como ayudante de cátedra hasta llegar a ser una reconocida docente por sus pares. Completan el reducido número de egresadas las Doctoras Veterinarias Antonia María González, Carmen Esther Nuñez y Rafaela Matilde Dolcetti.
Desde el ámbito universitario algunas, y desde la militancia en los partidos políticos otras, todas lucharon en defensa de los derechos civiles y políticos de la mujer: participaron activamente al pretender votar y ser votadas.
Fueron pioneras.
Enfrentaron las dificultades de su tiempo histórico con las mejores armas: conocimiento y compromiso.
Y las vencieron.
Abrieron caminos.
CECILIA GRIERSON, JUNTO CON COLEGAS FEMENINAS Y TALIBANES DE LA MEDICINA, ALGUNOS FAMOSOS PROFESIONALES, TODOS CON BIGOTE, PARA REAFIRMAR LA PREEMINENCIA DE LOS GAMETOS…