Aportes para optimizar la producción de soja y girasol
Un estudio detalla el impacto de las plagas insectiles de fin de ciclo en dos de los cultivos oleaginosos más importantes de la Argentina y revela los riesgos de infección y el modo en que afectan el rendimiento en grano, tamaño y calidad de semillas. Recomiendan generar protocolos de control para convivir en niveles tolerables de plagas, con un impacto económico bajo.
Un grupo de investigadores de la Facultad de Ciencias Agrarias (FCA) de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) y el INTA Hilario Ascasubi analizó el impacto de las plagas insectiles de fin de ciclo en los cultivos de soja y girasol, especialmente sensibles al ataque de chinches –plagas fitófagas hemípteras pentatómidas– durante las etapas reproductivas. Mientras que en la soja son más frecuentes la chinche verde (Nezara viridula L.) y la chinche de la alfalfa (Piezodorus guildinii Westwood), en el girasol se observan picos poblacionales crecientes de chinche diminuta (Nysius simulans Stål).
La directora del proyecto, la doctora Déborah Rondanini, señaló a Argentina Investiga que “las chinches afectan no sólo el rendimiento sino también la calidad de la semilla al picar las vainas y los granos. Eso disminuye su vigor al provocar muerte de tejidos, y permite también el ingreso de virus u hongos”. “En la soja, por ejemplo, están muy adaptadas a las medidas que podamos tomar dentro del ciclo de la planta y presentan problemas en dos momentos: cuando las plantas son muy pequeñas (un ataque de chinches puede matarlas) y durante la etapa reproductiva de la planta (coincide con el pico poblacional de la chinche)”.
En girasol, la presencia de chinche diminuta se conoce hace décadas, pero en los últimos cinco años se han observado ataques de tal magnitud que han afectado la producción de semilla híbrida en zonas específicas, como el Valle Bonaerense del Río Colorado (VBRC).
Ante esta problemática, el proyecto contempló la “realización de ensayos manipulativos en parcelas a campo aplicando tratamientos con chinches en etapas reproductivas de soja y girasol, en diferentes localidades del país: soja en Buenos Aires (FCA) y girasol en INTA Hilario Ascasubi (Bs. As.)”, con el fin de analizar su impacto sobre el rendimiento en grano, tamaño y calidad de semillas. Asimismo, buscó comprobar si los umbrales de daño estipulados en la década del ‘90 seguían vigentes.
Los resultados obtenidos hasta el momento revelaron que “hasta con tres chinches por metro lineal” se producen “efectos notorios sobre la calidad de la semilla” y permitieron determinar el daño total y el modo en que se verá afectada la calidad del cultivo. “Los efectos son más notorios en semillas ubicadas en los estratos medio y superior del cultivo, que son justamente las zonas de mayor preferencia alimenticia de las chinches”.
En el girasol, el equipo de trabajo del doctor Miguel Cantamutto determinó que “los ataques en estados reproductivos tempranos (previos a llenado de granos) no afectan la calidad física de la semilla, mientras que los ataques durante llenado y madurez (R6-R9) disminuyen en forma significativa el peso de semilla un 4% (con 100-200 adultos por capítulo), la viabilidad se reduce al 95% y la proporción de semillas picadas alcanza 41%”.
En lo referente a la soja, “el nivel de plaga (entre 0 y 4 chinches por metro lineal de surco) durante plena fructificación y madurez (R4.5-R8) afecta el peso y la estructura externa de las semillas, modificando la proporción de semillas viables, picadas y no viables, reduciendo la germinación un 37, 42 y 57% en los estratos inferior, medio y superior del cultivo, respectivamente”.
Por otra parte, la investigación permitió verificar la utilidad de la prueba topográfica de tetrazolio para medir el daño por chinches en semillas de soja y girasol, junto con la producción de plántulas normales de acuerdo a las normas internacionales (ISTA). “En la bibliografía se aconseja reducir a la mitad el nivel poblacional de chinches para preservar la calidad de la semilla, respecto del umbral utilizado para lotes destinados a grano”, afirmó Rondanini y agregó: “El umbral que manejamos para mantener la calidad de semillas es el adecuado, pero menor que el que se necesita para mantener el rendimiento. En ambos casos, pueden seguir usándose ya que responden positivamente dentro de los genotipos más modernos de soja”.
Según indicó Rondanini, el estrés generado por agresiones externas “puede afectar la germinación y el vigor de las semillas. En general, la capacidad de germinar en condiciones adversas (vigor) es la primera en verse afectada, mientras que un estrés significativo puede afectar también el poder germinativo”. La evaluación de estos dos factores no sólo evita guardar semillas dañadas para una próxima campaña, sino que ayuda a predecir factibles problemas en el desempeño de esas semillas en el campo.
Por último, la docente destacó la importancia de “generar protocolos de control para convivir en niveles tolerables de plagas, con un impacto económico bajo” y aseguró que el manejo integral de los agentes nocivos “no se basa únicamente en el control químico”, sino que requiere un conjunto de acciones que van desde la elección de la fecha de siembra hasta el adecuado monitoreo. De este modo, es factible detectar eventuales plagas, cuantificarlas y evaluar si es pertinente aplicar algún producto.
A modo de cierre, Rondanini indicó que “es necesario aplicar correctamente agroquímicos, usar la protección adecuada y tomar los recaudos necesarios en zonas periurbanas”. En ese sentido, la investigadora manifestó que la profesionalización de la aplicación de químicos es una demanda creciente de toda la sociedad.
Futuros ensayos permitirán identificar con mayor exactitud el umbral de daño para calidad de grano (aceite y proteína) y evaluar la calidad de semilla afectada por chinches durante el almacenamiento post cosecha.
Julián López Perdiz
Secretaría de Comunicación Institucional