El Acído RiboNucleico -ARN-, operado con Ingeniería Agrobiológica se desea incorporar, en forma de aerosol, como insecticida frente a determinadas plagas de los cultivos. Varios laboratorios de nivel internacional están en esta carrera. Es así como Monsanto, Bayer y Syngenta posiblemente introduzcan en el mercado estas nuevas formas de fitoprotección. Como todo asunto referido a la Ingenería Genética, ya se escuchan las dicusiones en pro y en contra. Publicamos una síntesis de un trabajo de información redactado por Patricio Elisegui.
Equidistantes y objetivos, la idea está en esperar los resultados de las primeras aplicaciones y futuros estudios a campo.
La indagación en torno a los estudios sobre el ARN aplicado al agro, como es de suponer, no arroja grandes resultados dado lo reciente y desconocido de este tipo de desarrollos. Una vez más, la biotecnología le saca varios cuerpos a los mecanismos de control y los testeos de seguridad. De hecho, incluso en Estados Unidos proliferan las observaciones sobre los efectos desconocidos que pueden generar estos nuevos plaguicidas volcados a cualquier ecosistema. Es fácil suponer que las competencias de la Argentina en términos de análisis de laboratorio y monitoreo de consecuencias se encuentran muy por detrás de la nación en la que Monsanto posee su base central.
En 2012 trascendió la primera crítica a la experimentación con ARN: la Safe Food Foundation & Institute -en español, Fundación de Alimentos Seguros- de Australia declaró que el consumo de una variedad de trigo desarrollado con ese mecanismo por el gobierno de dicho país podía resultar mortal. El organismo argumentó que el ARN incluido en las plantas para modificar sus niveles de almidón coincidía con las enzimas del cáncer de hígado. Y que podía interferir con estos compuestos. En paralelo, pruebas en supermercados de los Estados Unidos ubicaron ARN virales en frutas y verduras concordantes con genes humanos.
Un artículo de Technology Review, la revista científica del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, sus siglas en inglés) destaca además que, ya en 2014, “la Agencia de Protección del Medio Ambiente estadounidense (EPA, en inglés) pidió a un panel de expertos que ayudara a definir cómo se regularán los insecticidas de ARN, incluidos los esprays además de los que se incorporan en los genes de una planta.
En una carta de 81 páginas dirigida a la agencia, Monsanto hizo una campaña en contra de regulaciones especiales. Alegó que los productos de ARN deberían estar exentos de las pruebas de seguridad a las que calificó de irrelevantes, incluidas las que evalúan si resultan tóxicos para los roedores y si podrían causar alergias, así como estudios en profundidad de lo que ocurre con las moléculas en el medio ambiente. Sólo las proteínas causan alergias, según Monsanto.”
Escarabajo de la papa. Sobre el que se hacen estudios de combate con Spray ARN.
“El Consejo Nacional de Abejas le dijo a la EPA que el uso de interferencia de ARN en estos momentos colocaría a los sistemas naturales en ‘el epítome de riesgo’ y podría ser tan lamentado como nuestra adopción anterior del DDT”, agrega. Para luego aclarar. “A los apicultores les preocupa que los polinizadores sufran daños por los efectos no deseados. Señalaron que aún se desconocen los genomas de muchos insectos, por lo que los científicos no pueden predecir si existirá una concordancia entre sus genes y los objetivos del ARN.”
La falta de conocimiento por fuera de lo que ocurre en los laboratorios vuelve a decir presente mientras la compañía acelera el paso para inundar el mercado con plaguicidas que le permitan recuperar el rédito económico que, por efecto de las resistencias que ya muestran vegetales e insectos, amenaza acotarse en el corto plazo.
Monsanto no es la única que apuesta a este cambio de paradigma: Bayer y Syngenta también experimentan con herramientas para el control de plagas basadas en ARN.
Como ya viene ocurriendo con los transgénicos que resisten a herbicidas, Argentina vuelve a ganar el centro de la escena como territorio de pruebas de desarrollos con consecuencias imprevisibles. Una vez más, los riesgos de estos ensayos corren por cuenta de los mercados con menos instrumentos para determinar el impacto general que tendrán herramientas diseñadas con el propósito declarado de erradicar especies.
Patricio Elisegui